Zapeaba después del partido de fútbol entre Italia y Paraguay
(1-1) del Mundial de Suráfrica, pasando por la peli de la Sexta, de 007, cuando
me encuentro en Canal Sur un reportaje de tres hermanas brasileñas, mayores,
cuyos padres tuvieron que emigrar a Brasil por cuestiones económicas, desde la
localidad de Huéscar (Granada). El reportero las entrevista en el mismo parque
por el que en el pasado agosto discurríamos recreando "La firma de la paz
entre Huéscar y Dinamarca", invitados por nuestro buen amigo Manuel García
Domínguez, teniente alcalde y concejal de turismo de Huéscar. Los lugares por
los que paseaban los personajes del reportaje nos resultaban conocidos, por
haberlos recorridos en un viaje al pasado, en concreto al 1810. Sigo zapeando
y, ¡sorpresa!, me encuentro en un reportaje de La Primera Cadena, sobre las 12
de la noche, a Rosario Pardo, la conocida actriz, que para quien no lo sepa es
de Jaén, recorriendo igualmente los callejones y parajes por los que discurrió
mi juventud allá por finales de los 70 y principios de los 80.
Más que sorpresa, nerviosismo, cuando comenta que la primera
obra de teatro en la que participó era "La Cantata de Santa María de
Iquique", con letra de Pablo Neruda y música de Quilapayun -esto último lo
añado yo, pues en aquella obra de teatro de, aproximadamente el año 1976,
desempeñé un papel como actor-. Rosario Pardo, por cierto no fue actriz en
aquella obra teatral, sino que era cantante con varios amigos que luego
formaron el grupo de música andina Tiahuanaco.
Sigue Rosario Pardo paseando por el Jaén antiguo y se adentra
en los baños árabes. Se encuentra con una vieja amiga, Ana, de la que por
cierto levemente también me acuerdo, sin precisar más datos de ella. Se
encamina hacia los callejones de los Borrachos, que nosotros en aquellos años
llamábamos "Las Tascas", y se mete en la "Tasca La
Manchega", totalmente remodelada, en la que se toma unos vinos con tapa de
jamón con varios amigos de la infancia, de los cuales recuerdo sobre todo a
uno, gente del teatro. Se despide de ellos y más arriba se acerca a un cuadro
de azulejos, sito en la mismas callejuelas, que representa al pintor jiennense
Carmelo Palomina Kaiser, al que llama "mi gran amigo". ¡Joder!, ¿y de
quien no? Lo digo en tono cariñoso, no crítico, pues menudo juergas estaba
hecho el colega Palomino. Si las piedras hablaran... El día que se pueda hablar
sobrepasando la corrección política y social, con la perspectiva del tiempo
superada, tal vez os cuente algo del personaje.
Entra en la tasca "Alcocer", donde dice que ha
quedado con varios amigos del teatro, de su juventud, y ¡HOSTIAS!, con
mayúsculas, saluda a mi viejo conocido Juan del Arco, y a Lola. Pero la cosa va
a más, se le acerca otro viejo amigo, al que no veía desde hacía treinta años
-yo solamente hacía 15 o 18 años que no lo veía, aunque fuera por la
televisión-, y se queda la Rosario Pardo petrificada -como me quedé yo viéndolo
por la caja tonta-: Daniel Campos López, el amigo de la transición de los años
76/77. Detrás surge la figura de Jesús "el choto", otro viejo amigo
de Rosario -y también mío-, y no puedo evitar tanta emoción contenida. Joder,
parecía como si se estuviera narrando la historia, no de Rosario Pardo, sino la
mía misma. Una gozada amigos.
Es fácil que lo que he contado no lo entendáis en su justa
medida, pero dejadme al menos que lo disfrute recordándolo.
Manolo Ozáez
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