No levanta pasiones el Día de la Constitución en Bailén. Por
algún motivo pasa desapercibido entre la población. Huimos hacia la playa,
hacia la montaña, hacia las ciudades culturales del interior, hacia Lisboa,
como Miguel Ángel y cía., antes que quedarnos en Bailén y disfrutar de un acontecimiento
que todos deberíamos celebrar, aunque a mí este año me tocó quedarme en dique
seco. Tal vez nuestros políticos locales no nos lo hagan atractivo -a buen
seguro que ello contribuye a la desidia -, o quizás no le demos la importancia
que representa el hecho de conmemorar el 31 aniversario de la Constitución de
1.978 que tanto nos costó conseguir: sangre, décadas y sudor. Nuestros hijos,
nacidos en plena democracia nunca llegarán, aunque se lo expliquemos con mil
detalles, a comprender el auténtico significado de lo que representa. Hoy,
incorporados a la sociedad de naciones y compartiendo con el resto de los
países europeos un espacio común de progreso, piensan que siempre fue así, que
no se hicieron esfuerzos excepcionales en lograrlo. Y, por más que se lo
expliquemos, como quiera que no lo han vivido, no alcanzan a vislumbrar su
significado.
O tal vez sea mejor así: que lo entiendan como algo normal,
imprescindible pero cotidiano, necesario pero presente, constante, verdadero,
duradero, eterno, imperfecto pero el mejor sistema de los conocidos, como
dijera Aristóteles hace más de 2.000 años. Con crisis, sí, pero también con su
contrapunto positivo de acceso a la educación para todos nuestros hijos, con una
sanidad universal, con un sistema de prestaciones para jubilados, incapacitados
y desempleados del que pocos países del mundo mundial pueden presumir,
inclusive modelo a seguir para muchas naciones que lo están incorporando en su
agenda de viaje, como por ejemplo Estados Unidos, Chile o el emergente Brasil.
O tal vez sea mejor así, que no se vea a nuestra joven democracia como algo
etéreo, nobel, prescindible, o en peligro de extinción. Que no se perciba como
un bicho raro. Que nuestros hijos no se cuestionen el modelo y crean que otros
sistemas son posibles. En otros tiempos algunos pensaron así y ya conocen
ustedes el resultado.
Por eso, tal vez la reflexión es que nuestros políticos
locales, los autonómicos y los estatales, deben cuidar más de ese don que es la
democracia y la libertad, deben potenciarla más, darla a conocer entre aquellos
jóvenes que presumen de cultura y de conocimientos varios pero no saben quien
fue Adolfo Suárez, o Landelino Lavilla, o el teniente general Gutiérrez
Mellado, o Tierno Galván, o Ramón Tamames, y tantos y tantos que trabajaron
desde todos los grupos políticos, exigiendo ¡si!, pero también cediendo en los
momentos en que había que ceder para poder alcanzar acuerdos de futuro. A
ellos, como es el caso del recién fallecido Jordi Solé Turá, y a otros anónimos
que dejaron su vida en el camino por que hoy todos disfrutemos de la festividad
del 6 de diciembre, Día de la Constitución, el recuerdo de mis sencillas
palabras.
Manolo Ozáez
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