Buenos días. Lo cierto y verdad es que hoy he disfrutado del
tranvía como nunca hasta ahora. A ratos, mientras ojeaba el periódico JAÉN , me
asomaba por las nítidas ventanas de mi vagón y observaba a los niños en la
calle jugando a la pelota, y a los adolescentes patinando por las aceras del
Paseo de la Estación. En ocasiones, las amplias arboledas se me imaginaban
bosques ingleses prontos a desaparecer, y escasos vehículos circulando
ordenadamente por el centro de la ciudad de Jaén a hora punta. Las aves
migratorias habían vuelto a sus acostumbrados ambientes, y en la atmósfera jiennense
se respiraba el aroma de los jazmines y el romero que asomaba en cada esquina.
El aire era limpio y sonoro, y una brisa fresca que bajaba del cerro de Santa
Catalina anunciaba que todo era perfecto (pausa). Cuando desperté de mi sueño
encontré una ciudad sumida en el caos, el insufrible claxon del impaciente
gritando y gritando, las calles levantadas enseñándonos sus bajos e interiores,
y una nube de polvo entrando hasta las cocinas de nuestras casas. Pensé que
mejor hubiera sido no despertar del sueño hasta al menos el día en que se
inaugure la línea del tranvía, pues hasta entonces la armonía urbana estará en
franca quiebra.
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