Buenos días amigos. El viernes pasado estuve en la fiesta que
hizo mi buen amigo, el escultor de Orcera, José Fernández Ríos, y Carmen, su
pareja, en la carretera de Los Villares. Allí coincidí con otros amigos de las
armas y de las letras -recuerden que la poesía es un arma cargada de futuro-,
como el poeta Juan Manuel Molina Damiani, o Lola Ginés, o el economista Pedro
Millán, Moscoso, Alfonso Ibáñez, presidente de la OCU, además de rockero
camuflado, y un centenar más que omito adrede para no importunarles y por
respetar su anonimato. En cierto momento de la noche, y con algunos miligramos
de bourbon en las arterias, surgió el nombre de Piturda en la conversación. Un
amigo de Bailén que nos acompañaba, Miguel Ángel Perea, se quedó extrañado,
pues había oído hablar de Piturda, incluso ojeó hacía un tiempo una revista con
dicho nombre, sin entender su significado. Los que allí estábamos no podíamos
creernos que nadie por estas latitudes no conociera al personaje que se
parapetaba tras ese nombre, y que yo me voy a permitir el lujo de renombrar:
Octavio Ortega Jurado. Más tarde le explicamos aquello de “¡PITURDA, BORREGA,
CABRITO, TUS MUELAS!”, frases que nos recordaban un pasado cercano y acaso otra
forma de afrontar la vida. De Piturda saltamos a la expresión “bomborombillos”,
o la denominación “tallos” donde otros dicen churros. Todo, por cierto, muy de
Jaén…ni pollas.
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