VIAJE POR LA DINAMARCA IMAGINARIA. Por Manuel Nicolás Ozáez
A nuestros oídos llegan sonidos que se nos antojan lejanos, culturalmente ajenos, como Aalborg, Kolding, Harald Blátand, Selandia, Lammefjord, Esbjerg, Dannebrog, Arhus, Tycho Brahe, Jorn Utzon, Ole Kirk Christiansen o el amigo Lars Thuesen.
Tal vez nos suene la extensa isla de Groenlandia,- seguro que sí -, Escandinavia, la península de Jutlandia o las Islas Feroe. Copenhague, Odense; por supuesto Michael y Brian Laudrup, o el legendario portero Peter Schmeichel; el ciclista Bjarne Riis, o el españolizado actor Viggo Mortensen. En otro ámbito recordamos, aunque no los situemos geográficamente, a Soren Kierkegaard, destacado filósofo del siglo XIX, o los amantes de la música les evoque oír hablar de las seis sinfonías de Carl Nielsen. Los estetas del glamoor recuerden a la modelo Helena Christensen o a la actriz Scarlett Johansson, hija de un arquitecto danés. Todos estos vocablos que a cada uno nos sugiere emociones variadas, y los otros nombres menos conocidos se refieren, como ya habrán adivinado, a Dinamarca, “tierra o marca de los daneses”.
A 2.793 kilómetros de distancia - desde Bailén a Copenhague
-, cruzando la Península Ibérica, Francia, Bélgica y Alemania, hasta las
orillas del mar Báltico, aparentemente alejada de nuestras retinas, pero
cercana en la historia, más cercana de lo que en un principio podríamos
imaginarnos. Socios en la idea global de la Unión Europea, aliados en el
organigrama de la OTAN, en el siglo XI los vikingos daneses llegaron hasta el
norte y este de la Península Ibérica, incluso saquearon Sevilla en el año 844,
estando esta bajo la dominación árabe, en una de tantas guerras amparadas en
los conceptos e ideas religiosas. En sus incursiones por mar, llegaron hasta
las puertas de Constantinopla. En nuestra reciente historia, los
enfrentamientos entre daneses y españoles no han sido precisamente por ideas y
conceptos filosóficos, sino en el terreno deportivo. Todos recordamos los
emocionantes partidos de fútbol entre Dinamarca y España por un puesto en los
Europeos o en los Mundiales, o las disputas en balonmano entre dos grandes
potencias internacionales, o en el ciclismo donde nuestros héroes tenían
nombres como Miguel Induráin o Bjarne Riis.
Acontecimientos épicos que labraron la historia de nuestras dos extraordinarias naciones.
Lo que me llama poderosamente la atención, y no puedo negar me produce una sana envidia, es su elevado estado de bienestar, avalado por las distintas estadísticas que leo en informes de organizaciones internacionales, que sitúan a Dinamarca en la primera posición entre los mejores países para vivir, considerándose a su población entre la más feliz y satisfecha del mundo. Igualmente, la colocan en el segundo país más pacífico del mundo y el menos corrupto según las encuestas. Una de las tres naciones más ricas del orbe y la que ostenta los salarios más elevados, con el nivel más grande de igualdad, libertades y democracia, aunque también con los impuestos más altos, alrededor de un 48 %, lo que llena, curiosamente, de orgullo a los daneses, quienes protagonizaron huelgas y manifestaciones en el 2007, ante el anuncio del gobierno de bajar los impuestos de los ciudadanos ¿Curioso o civilizado?
No obstante, inmerso en el proyecto “Camino Real”, a través del cual desde la perpendicular que obtenemos al proyectar un eje longitudinal de pequeñas dimensiones, que une Bailén y la localidad vecina de Guarromán, el mundo conocido e ignoto se nos abre al entendimiento. Y el punto más lejano, en este reto, converge en otro lugar, Odense, y también en otra época, abril de 1.805.
Hans Christian Andersen, el gran literato danés, nació en el seno de una familia pobre, que en ocasiones recurrió a la mendicidad. Hijo de un zapatero y de una lavandera, su imaginación le convirtió en uno de los escritores más leídos y traducidos de todos los tiempos. Venerado por los daneses, que lo han convertido en un símbolo y referente de su cultura, equivalente a nuestro universal escritor don Miguel de Cervantes. No es casualidad que se haya elegido el 2 de abril, fecha de nacimiento de Andersen, como el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil.
Y a pesar de que su versatilidad literaria y su proyección internacional ha
eclipsado el universo literario danés, no es el único baluarte de la rica
literatura escandinava, que últimamente invade las bibliotecas de nuestras
ciudades. Volviendo a la nómina de insignes personajes y lugares literarios de
Dinamarca, además del conocido filósofo Soren Kierkegaard, sobresalen autores
como Karen Blixen, conocida por su célebre libro “Memorias de África”, escrito
en los albores de la 2ª Guerra Mundial. El mismo William Shakespeare, en su
obra cumbre, Hamlet, hizo inmortal al Príncipe de Dinamarca, desarrollándose la
temática en la propia Dinamarca del siglo XVI. Otros, menos conocidos, como
Adam Oehlenschläger, autor del himno nacional, por título “Hay una hermosa
tierra”, o el poeta Jeppe Aakjaer, autor de “Los hijos de la ira”; o Svend Age
Madsen, novelista que definió sus novelas como “anti arte”, cargadas de dosis
de humor y filosofía. Nacido en la misma localidad que Hans Christian Andersen,
Odense, en 1971, el escritor Morten Ramsland, ha recibido excelentes críticas
por su libro “Cabeza de perro”, al igual que el escritor chileno afincado en
Dinamarca, Rubén Palma, que desde 1985 escribe sus obras en lengua danesa. De
la escuela del realismo mágico, nos encontramos a Ib Michael, uno de los
autores favoritos de los daneses. De esa innumerable pléyade de excelentes
escritores, rescataremos a una literata hispanista y comediógrafa, Charlotte
Dorothea Biehl, nacida en 1731 y que tradujo el Quijote y las novelas
Ejemplares de Miguel de Cervantes a su lengua materna, importando nuestra
cultura a aquellos lejanos confines -que ya digo no nos son tan lejanos-.
Todos ellos los llevamos hoy a las páginas de nuestra revista decana de Andalucía de Asociaciones Culturales, “Bailén Informativo”, a casi 2.800 kilómetros de sus orígenes, porque hoy las distancias son escasas y el conocimiento es global, pero aquellos escritores aventureros, tuvieron que recorrer en los siglos pasados, enormes distancias, a través de una geografía escarpada y en ocasiones hostil. Muchos de ellos encontraron la muerte en el camino, otros la gloria. Nuestro personaje, que discurrió por Bailén en 1862, Hans Christian Andersen, autor de celebrados cuentos como “La Sirenita”, “El Ruiseñor”, “El Hombre de Nieve”, “El Patito Feo”, “Las Zapatillas rojas”, “La Princesa y el Guisante”, y así infinitos cuentos y libros como “Viaje por España”, redescubierto entre el polvo añejo de nuestra biblioteca, nos han permitido conocer al autor, y a través de él a un país, y a sus gentes, a los que les abrimos nuestras casas y nuestros corazones.
Agosto de 2010.
Manuel Nicolás Ozáez Gutiérrez
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