Buenos días tengan ustedes. Probablemente algunos nos
escuchen desde la abarrotada playa, otros desde la paz de la montaña; unos,
disfrutando de las esperadas fiestas del pueblo, otros aún tras la mesa de
oficina, o junto a la ardiente y monótona máquina de hacer ladrillos cara vista
o rústicos, agradecidos de ser de los pocos especímenes que conservan su puesto
en este mar de parados que es la provincia de Jaén y resto de España, más si
cabe en el mancillado sector de la fabricación de materiales para la construcción,
tan empobrecido de un tiempo a esta parte. Últimamente mantengo encendidas
conversaciones con un buen amigo, del que únicamente diré que se llama Rafa y
que tiene 50 años. Trabaja en un tejar, es decir, en una fábrica de ladrillos,
actividad que ejerce desde los 20 años. Y a pesar de que se quejaba cada cierto
tiempo de su perra suerte al contemplar a los amigos encorbatados y luciendo
palmitos, en trabajos de oficina, de comerciales o como representantes. Ahora
se tornaron las suertas y él mantiene aquel mísero trabajo mientras que los
amigos que se afanaban por parecer lo que no eran, engrosan las listas del
desempleo, ya sin corbata, ya sin prestaciones de desempleo, ya sin posibles, y
con cuatro hipotecas: la casa, los dos hijos y la suegra. De un tiempo a esta
parte es a mi amigo a quien se escucha por lo bajini exclamar: "Bendita
perra suerte que me ha tocado en buena lid".
por Manolo Ozáez
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