sábado, 29 de diciembre de 2012

¡Viva Zapata! (El sillón del Moro)




Jaime Zapata Máiquez me contaba hace algunos años, como si se tratara de un cuento, una de sus entretenidas anécdotas. Se refería a su época de Presidente del Manresa Football Club, actualmente denominado Centre d`Esports Manresa. Comentaba que en una eliminatoria de la Copa de la Generalitat que disputaron contra el todopoderoso Barcelona, C.F., el equipo de 3ª División Nacional logró doblegar al Barça, lo que le valió aparecer en la portada de un periódico deportivo catalán al día siguiente, bajo el título “VIVA ZAPATA”. A pesar de su reconocido amor por los colores azulgranas del Barça, él nos contaba a los sobrinos, con una mueca de orgullo, los pormenores de su etapa de presidente del modesto club de fútbol. Tendría que ser entre los años 1.984 a 1.986, en los cuales el Manresa llegó a tres finales, perdiendo una y consiguiendo el prestigioso título para sus vitrinas en dos de ellas. Aún hoy sigo buscando ese recorte de la prensa catalana.

A veces me sorprendo a mí mismo. ¿Qué hace un redomado madridista vertiendo ríos de tinta sobre la historia en blanco y negro del barcelonismo… y de sus gentes?

La razón es sencilla: nos ha dejado Jaime Zapata, Jaume para los que le tratábamos y a los que a la vez recibíamos su cariño. A pesar de que su sangre no corría por nuestras estrechas venas, existe -me vais a tolerar que os lo relate en presente- un vínculo superior que nos permitía tolerarnos y escucharnos en las espinosas cuestiones de la rivalidad deportiva, en los diferentes planteamientos políticos que cada cual, democráticos y convencidos, defendíamos, sin perjuicio de rectificar, al tiempo, de los errores que cometimos. Recuerdo como en más de una ocasión se confesaba votante de CIU pero a su vez anti independentista. Defendía más autonomía para Cataluña como modelo, pero sintiéndose español por los cuatro costados, convencido de su compatibilidad. Cuando lo conocí, cumplidos los sesenta años, me sorprendió su vitalidad, más aún su humanidad, a prueba de bromas, reveses de la vida y la distancia, que nunca fue olvido.

Hace apenas un mes, recién inaugurado el año 2.010, dijo adiós su corazón cansado, pero sin perder el rictus de su sonrisa ante los imprevistos y las eventualidades que le iba interponiendo la vida misma, aquella de la que él se afanaba en presentarnos en metáfora. En Bailén lo respetamos todos sus familiares y sus amigos, con los que convivió en perfecta y sincera armonía. Era, en esas largas temporadas de asueto, uno más entre nosotros: mientras compraba en la Papelería Perea el único ejemplar vendido en Bailén de LA VANGUARDIA, o paseando por las Palmeras saludando cortés a sus amigos y a los amigos de sus amigos, que eran una tonelada, o asistiendo a las escasas obras de teatro de la Casa de la Cultura: se había forjado, con su amabilidad, formas y sabiduría, un segundo hogar en Bailén, al que nunca renunció durante las últimas dos décadas.

Nos dejó en infinidad de casas el aroma de su pintura colgada en la pared: intensos colores que se desplegaban en el lienzo recorriendo las cicatrices de su larga vida, y que al final movía una mano inestable pero firme por los roturados campos de la tela. En la Sala de Exposiciones de la Casa de la Cultura de Bailén nos reunimos sus amigos y todos aquellos que lo queríamos, que para entonces eran ya al menos dos toneladas, y brindamos con cava catalán no por su arte, que también, sino por Jaime y su honrada humanidad. ¡Qué mejor epíteto -decía mi padre- que llamarte la gente honrado!

En su último viaje estuvimos con él, y con tía Fali, su compañera, todos los hermanos, desplazados desde Bailén hasta Barcelona, para rendirle un homenaje que de verdad merecía. No pudimos ni quisimos perdernos la oportunidad de mirarle por última vez a los ojos -apagados pero perpetuos- y, en silencio, sin apenas hacer ruido, recordar las tardes de verano en la piscina “del desguace”, las partidas de dominó, su pose mientras leía libros rotundos, las sesiones televisivas de fútbol, de balonmano, de baloncesto, tanto de su amado Barça como de cualquier otro club, incluida la selección española, a la que admiraba, te cuenten lo que te cuenten. O las tardes de tenis, disfrutando con los triunfos de su Rafa Nadal o antaño de Carlos Moyá. Y, en ocasiones provocándonos hasta vernos encendidos de tolerante pasión, hasta acabar envolviéndole, descuido imperdonable nuestro, con una bandera en la que aparecía el escudo y los colores del Real Madrid -no te preocupes Jaume, que no enseñaremos a tus nietos la traicionera foto que te robaron los paparazzi del desguace-.

Hoy todo son recuerdos, emocionantes experiencias, cruzadas con la tía Fali, a la que además de amor profesaba respeto, algo que admirábamos. Últimamente, en la que sus amigos ya rondaban las tres toneladas, hablábamos de la crisis, desde la distancia corta de quien ha sufrido al menos cinco crisis como empresario que fue -y sabemos que de éxito-, una dictadura, una viudez y cientos de paradojas que da la vida: “la vida, la vida que dura es, que mala, que mala, que mala es”… siempre una sonrisa.

Nunca pudo resistirse a devorar los contenidos de la revista Bailén Informativo con devoción cofrade, al igual que los del Programa de las Fiestas de Bailén de cada año. Por ello, yo tampoco he podido sustraerme a recordarlo, permanente, en las páginas centenarias del BAILÉN INFORMATIVO. Y aunque suene contradictorio en el momento, lo quiero despedir como al principio os proponía, al grito de ¡VIVA ZAPATA!


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