viernes, 21 de diciembre de 2012

UN DÍA CUALQUIERA NO SABES QUÉ HORA ES...





 

 

Por  Manolo Ozáez para B.I.


 Un día cualquiera a veces no debe ser tratado como un día cualquiera, pues encierra en sí mismo la esencia de lo que ha sido e incluso de lo que podría haber sido si ... A modo de ejemplo te diré, amigo que ayer sábado, fue uno de esos días cualquiera. Me levanté tarde. Me acicalé, besé las mejillas de mis dos hijas y las de mi hijo de 1,90. Besé a mi mujer, como mandan los cánones, ¿qué cánones, coño?

A media mañana fuí a Correos y recibí un grato envío que esperaba como agua de mayo en agosto. Leí el periódico y, como cada sábado desde hace casi dos años, comimos en la casa solariega de los suegros de gañote. En la sobremesa me enzarcé en la lectura de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de Stieg Larsson, devorando con ansia más de cien páginas. Arranqué la moto de 750 y me di una vuelta por la abrasadora villa de apenas cinco minutos. Baño con mis hijas y a continuación con mi hijo me escapé a la otra piscina donde mis hermanos y mis sobrinos alternaban, jugando un partido de frontón con palas de padel y escribiendo en el portatil el artículo sobre el "Viaje a Huéscar. El periplo de una amistad", que pronto se publicará en el blog con fotos ilustrativas.

Nuevo baño y a la carrera nos fuimos a las 8 de la tarde al Pabellón de la Indepedencia para disfrutar del primer partido de liga entre el nuevo Real Madrid de Kaká, Cristiano Ronaldo y Benzemá -a mi hijo le encanta Granero-, y el Deportivo de la Coruña. Como siempre apareció "el que nunca hace nada" y marcó su golito y provocó un penalty. Al final ganó nuestro Madrid 3-2 al Depor. Aunque La Coruña es una ciudad que me enamora y en la que tengo muy buenos amigos en los grupos de Recreación Histórica, como los miembros de The Royal Green Jackets, tengo que reconocer públicamente que es un equipo que no me cae bien, sobre todo desde que nos ganó 2-1 en la final de la Copa del Rey en el Estadio Bernabéu, el día del Centenario del Club. Y yo estaba allí.

A la noche nos escapamos de nuevo a la casa de la suegra para cenar y vuelta a nuestra casa. A la noche una excelente película en la televisión, y a seguir leyendo el otro libro de cabecera, "La Venganza del Bandolero", de Martí Gironell, que por cierto no os aconsejo, si bien me he propuesto terminarlo, a pesar de que me está costando pasar de la página 65. Tal vez al final me guste, ¿quién sabe?

Entre medias recibí la llamada de mi amigo Manuel García Domínguez, concejal de Huéscar, para felicitarnos por los actos del sábado 22 en su pueblo, prometiéndonos ambos que mantendríamos el contacto. También hice varias llamadas en relación a la organización próxima de los 15º Premios Caecilia, para no perder el hábito, y el resto lo dejé al relax y al libre albedrío.

Un día cualquiera. Seguro que algo se me habrá olvidado, o tal vez os lo haya ocultado adrede, pero un exhaustivo análisis de los hechos reflejaría que aunque tranquilo, normal y relajado, mi corazón latía sosegado, y mi cerebro irradiaba toneladas sensitivas de felicidad por estar con los míos en la proximidad y en el contacto tan necesario y preciado. A veces la felicidad no es más que un cúmulo de pequeñas e insignificantes cuestiones triviales. Los grandes proyectos no llenan los huecos de toda una vida.

De ahí lo de un día cualquiera en el que no sabes qué hora es. Tampoco te importa.


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