Buenos días amigos, aunque eso de buenos días siempre depende,
¿de qué depende? Pues, para empezar, no amanecerá con igual gris para aquel que
dirige sus pasos hacia su trabajo habitual, que para quien abúlico y
desencantado mire el cielo a través de la ventana de su habitación, a la espera
de que alguien inexistente le llame para ofrecerle una oportunidad laboral o
tan siquiera una leve ocupación. Si además tienes al maldito comercial del
banco llamándote con esa voz anodina recordándote que tienes dos, o casi tres,
recibos de la hipoteca pendientes de pago, es que el día no abre gris, sino
oscuro y con nubarrones. Luego están las otras cuestiones colaterales, como la
marcha de los estudios para los niños, el tropiezo de tu equipo en la Copa del
Rey, la lesión de Messi, Ronaldo o Villa, el amor imposible que imaginaste en
la mirada perdida de aquella chica, o los problemas cotidianos del ajeno mundo,
como la pobreza extrema, la oleada ingente de emigrantes hacia una civilización
estancada en el lamento continuo, el calentamiento global del planeta, la
muerte del último lince, el terrorismo o las numerosas guerras fratricidas que
nunca apoyaste y que nunca entendiste, que en mayor o menor medida te afectan,
entonces lo de buenos días podría antojarse un lacerante eufemismo. Sin embargo
no es NADA comparado con el dolor de un padre y de una madre asistiendo al
prolongado crepúsculo en la vida de su hijo. En esos momentos me acuerdo de mi
hermano Paco y por ello te digo, si este no es tu caso, BUENOS DÍAS AMIGO.
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