lunes, 31 de diciembre de 2012

Corresponsal de B.I. en Lisboa




Para este largo puente de diciembre hemos enviado al redactor Miguel Ángel Perea Monje a la hermosa ciudad de Lisboa, probablemente una de las ciudades más estimulantes de Europa para estas fechas de Navidad. La capital lisboeta se engalana con sus mejores ropas cada invierno, preparándose para el aluvión de visitantes que recibe habitualmente, magnetizados por la fuerza de su historia, su urbanismo y su enclave privilegiado en la impresionante desembocadura del Tajo -impresionante por la anchura que toma en su recorrido por Lisboa y la mansedad de sus aguas ya saladas por la proximidad del Atlántico. Y es que en dicho punto ya no se sabe con exactitud si nos encontramos con un caudaloso río o un benigno mar. En sus orillas la Torre de Belém, que antes eran dos y de las que las aguas, en su momento turbulentas, sepultaron una. También nos encontramos el enorme monumento a los descubridores en un paseo digno de visitar y frente al Monasterio de los Jerónimos, al que se accede a través de unos jardines dignos del mejor Versalles, en el que predominan las formas rectas y definidas y el refrescante aroma de sus aguas. El Monasterio, de estilo manuelista, con profusión de elementos góticos y renacentistas, dedicado a la vuelta triunfal de Vasco de Gama a Portugal, fue mandado erigir por el rey Manuel I de Portugal, destacando en él su hermoso claustro. Reposan entre sus piedras los restos de la mayoría de los reyes de Portugal, del propio Vasco de Gama, el escritor Fernando Pessoa y el poeta Luís de Camöes, entre otros ilustres portugueses. 

No te pierdas, que no te la perderás, porque es visita obligada y fotografía delatora de tu estancia en la capital portuguesa, la Plaza del Comercio, donde encontrarás uno de los árboles -artificiales- más altos iluminados para la Navidad. En dicha plaza te fotografiarás, a buen seguro, con el fondo del Arco de la calle o avenida de Augusto, una de las calles que más me gustaba recorrer habitualmente, repleta de comercios, tiendas y vida, mucha vida, junto al panorámico ascensor que te eleva hasta el Barrio Alto donde disfrutarás de la Lisboa castiza y antigua, la auténtica. Recorriendo la Rua Augusta llegarás -si la memoria no me falla- a la plaza del Rocío. 

No dejes de montarte en el Metro, y sacar el billete para todos los transportes públicos, como son los tranvías antiguos y los modernos, el propio metro, los autobuses panorámicos y los buses generales. Con todos estos medios de transporte te podrás mover, sin riesgo de perderte o equivocarte, por toda Lisboa y alrededores, guiándote por los planos que te facilitarán al adquirir los bonos. El castillo de San Jorge, con las excelentes vistas de la desembocadura del Tajo y de toda la ciudad, la típica foto junto a sus cañones -me surge la vena artillera, lo siento-. E imprescindible sus paseos por las empedradas calles de los barrios altos, con elevadas cuestas, pero donde te encontrarás en cada esquina una ermita del siglo XV, una catedral, una iglesia del siglo XVI ó XVII, la constante figura del Marqués de Pombal, y, en definitiva, una ciudad llena de vida y con sabor añejo a gran metrópoli, algo anquilosada en el pasado, pero que está resurgiendo de entre las cenizas en que un día se sumió la ciudad, literal y realmente hablando, pues un enorme terremoto en 1755 provocó la práctica destrucción de la ciudad y la muerte de más de 10.000 de sus entonces 180.000 habitantes, continuándose con el pillaje y los incendios posteriores al terremoto.

Saborea el excelente café de Lisboa en cualquiera de sus especializadas cafeterías-pastelerías. No solo el café es exquisito, piensa que está en la antigua metrópoli de un país colonialista de América, las Indias y África, donde se daban las mejores especias, y con las que mantiene buenos contactos comerciales y sentimentales. Yo me tomé uno en la terraza de una de estas cafeterías especializadas, en un día laborable, que aquí en España era el Día de la Constitución, como ahora, pero allí no era fiesta; abierta la iluminación de la Navidad, con un frío soportable y una niebla insinuante que impregna habitualmente la ciudad de magia. No me lo tomé, lo saboreé, lo paladeé. Unos pidieron churros, otros tortas, productos de confitería de la zona que aún hoy recuerdo en mi paladar, pues en aquel entonces me resultaron de una elevada calidad y a precios muy asequibles.

Allí hemos mandado a Miguel Ángel Perea, a Male Pulido, a Luis y a María Dolores, para que redacten el correspondiente informe del viaje y nos lo remitan para el próximo Bailén Informativo que está pronto a aparecer. Es casi imposible indicaros todos los lugares que nos encandilaron, o las anécdotas que vivimos, como que nos perdimos con el coche en las proximidades del estadio del Sporting de Lisboa, que surcamos ambos puentes sobre el infinito Tajo, que nos encontramos con la caravana de seguidores en un partido entre el Manchester United y el Benfica, que en el mismo hotel que nos alojábamos, el Sanna Metropolitan Hotel, junto al aeropuerto de Lisboa, saludamos a Radomir Antic, que entonces entrenaba a un equipo portugués, y aunque en su biografía no encuentro el nombre del equipo, sé que aproximadamente por el año 2004/2005 entrenaba a un equipo luso tras su paso por el Celta y antes de hacerse cargo de la selección de Serbia.

Le aconsejé a Miguel Ángel que no dejara de visitar Sintra, y acceder al Palacio Nacional, cargado de historia, al Palacio y Quinta Regaleira, que aunque no he visitado personalmente, amigos me han hablado de ella como espectacular -la he dejado anotada para el próximo viaje a Portugal-; el Palacio de la Peña, el Museo de Arte Moderno, con cuadros de los mejores pintores de la era actual, incluido Picasso, Miró o Andy Warhol. Y, que a mí me fascinó, un museo privado del juguete, con miles, miles, miles de artilugios infantiles de todas las épocas, maquetas, una maravillosa -suspiro por volverla a ver, ¡ay!- colección de soldados en plomo de todas las épocas, incluida la napoleónica, y sobre todo las referidas a la Segunda Guerra Mundial; un Ferrari de la Formula I, construido con piezas de Lego, a tamaño natural. Todo ello distribuido en, recuerdo, tres o cuatro plantas de un edificio singular.

¿No has visitado todavía Lisboa y sus alrededores? ¿Qué esperas? Es visita obligada, que has de anotar en la agenda fundamental de tu vida, al igual que otras ciudades como París, Roma, Venecia, Londres, Moscú o New York, por decir unas pocas, y sin obviar las monumentales ciudades españolas que necesariamente hemos de conocer -sobre todo La Coruña, por un apego especial de amistad con sus gentes-.

Y una última reflexión sociopolítica: estoy con el Nobel José Saramago hasta la muerte, cuando dice que Portugal y España deberían pensar seriamente la posibilidad de unirse territorial y políticamente, pero no por absorción o integración de una en otra, sino a un nivel de igualdad, creando una única nación, que podría denominarse IBERIA, o como sus señorías diputados de ambos países estimen conveniente. No es asunto baladí, y deberíamos de empezar a plantearlo como algo no ya solo importante, sino necesario. Son más los asuntos que nos unen que los que nos separan. Por ejemplo: compartimos un mismo espacio en la península ibérica, extensas fronteras, las aguas de nuestros ríos, cordilleras, estribaciones y llanuras, por no decir mares. Somos hijos de una misma cultura ancestral, que por avatares de guerras fratricidas y de linajes egoistas y usureros, nos separaron, dividiéndonos con un muro vergonzoso, pero que resulta imaginario. No es precisamente un obstáculo el idioma, precisamente en España conviven otras lenguas, idiomas, dialectos, formas, en total armonía, a pesar de que algunos lo entiendan como divisores. Yo al menos no lo veo así, sino como parte de una cultura amplia que disfrutamos y que nos enriquece. El portugués es un idioma perfectamente entendible para nuestra capacidad, como es el castellano o gallego para los portugueses. Somos ambas razas de ascendencia latina, con influencias de todas las culturas que han poblado Iberia, como la romana, la visigoda, la de Cartago Nova, la árabe, y hoy, las influencias sudamericanas y africanas. Y aunque durante cientos de años hemos vivido de espaldas unos a los otros, ignorándonos, no podíamos evitar una mirada hacia atrás para conocer en todo momento donde se encontraban los otros, que nunca vimos como los otros sino como una parte del conjunto.

Hoy nos invaden y les invadimos con bancos, comercios, multinacionales, con el arte y con la cultura. Nos encontramos en los selectos foros europeistas defendiendo proyectos conjuntos, en el espacio sudamericano en los que nos ven a ambas como la madre patria, a pesar del expolio que en mayor o menor medida realizaron nuestros antepasados en aquellas tierras, pero que otros soslayaron y subsanaron con políticas de progreso y civilización justa, ofreciéndoles nuestra ayuda desinteresada en numerosas ocasiones.

Reflexiona y piensa, ¿qué perjuicios podría ocasionarnos? y, por el contrario, ¿qué beneficios podría proporcionarnos a ambas naciones el fusionarnos en una sola idea y en un solo Estado? Precisamente en unos momentos en los cuales algunos individuos, anquilosados en un pasado superado ampliamente, cuestionan los límites de la nación y sus fronteras, defendiendo una arcaica idea de nacionalismo caduco y pasado de fecha, el hecho de la integración y la fusión en un solo Estado, vendría a demostrarnos que lo actual, que lo moderno, que el espíritu contemporáneo aboga por la unidad de los pueblos y no por su separación y división, que en definitiva es la idea de una Europa fuerte y competitiva. Siempre me he preguntado, al respecto del debate que se produce sobre la independencia de Cataluña, País Vasco, y de otras regiones, ¿qué sentido tiene el separarse para posteriormente volvernos a integrar en otra suerte de Estado o Instituciones facilitadoras de la integración y la unidad en defensa de los intereses comunes? Quién lo sabe que me lo diga, pues yo, desde mi torpeza intelectual, todavía no lo vislumbro.

A título personal, me gustaría ser descendiente de un bello episodio de su historia que siempre me fascinó, cual es La Revolución de los Claveles.

por Manuel Nicolás Ozáez Gutiérrez
Bailén, a 5 de diciembre de 2009.

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