Leo el artículo de Paco Linares, acerca del poema PROHIBIDO
PROHIBIR, que atribuían a Pablo Neruda, y por un sutil mecanismo de asociación
de ideas me viene a la mente José Saramago. Cierto es que Pablo Neruda era
chileno y Saramago portugués, por lo cual su idioma no es común. Son de
distinta generación, si bien a los dos los recordamos mayores, casi ancianos -
con frecuencia se nos olvidan que las personas mayores alguna vez fueron
jóvenes, vitales, llenos de proyectos e ilusiones-. Tal vez es eso, su imagen
de personas mayores, pues inevitablemente me viene al pensamiento la última
imagen, de ahí que suelo evitar un último vistazo a los finados, que me
perdonen los familiares. Además los dos fueron escritores de éxito, premios nobeles. Pero hay un dato
que los asocia inevitablemente, pues creo que en ambos casos se trataba de una
etiqueta que les marcaba en sus pensamientos, filosofías, planteamientos, o
como queráis denominarlo, y era su condición de comunistas convencidos, que de
alguna u otra forma impregnaba sus escritos. Para mi, simplemente eran
idealistas, que creían a pies juntillas en una utopía que el género humano no
estaba, ni está dispuesto a ejecutar, pues intereses económicos, que decía el
genial Saramago, e individuales, que dice la historia, impiden la puesta en
práctica.
No hace mucho tiempo, en un artículo para la COPE me inspiré
en una declaración de José Saramago, que lanzaba a los cuatro vientos la
posibilidad, estúdienla por favor, insistía, de que Portugal y España se
fundieran en una sola nación, que sugería - no imponía - podría llamarse
Iberia. Me sorprendió su libertad de pensamiento, su valentía en proponerlo,
cuando nacionalismos y rupturismos ansían por doquier. ¡Qué elevada utopía!
proponer en este mar de autonomías, nacionalismos, patrias o no patrias,
estados o no, que se unan dos pueblos, que se fundan en uno solo: que
eliminemos las fronteras imaginarias, que permitamos que los ríos que nos unen
sean más navegables culturalmente. En definitiva, que podamos llamarnos
hermanos.
Ahora que nos ha dejado José Saramago, que ya era uno más de
nosotros, pues desde hace 20 años vivía en Lanzarote, y compartía vida con una
española, podría ser el momento de que los portugueses y españoles pidiéramos a
nuestros gobernantes altas miras, que se dejen de políticas partidistas, y
piensen la posibilidad de plantear un referéndum acerca de la fusión de ambos
Estados en uno solo. Es un reto que, sinceramente, a más de uno sorprendería,
pero a todos nos llenaría de nuevas esperanzas, distintas perspectivas. Luego
se aprobará o no, pero el riesgo debemos de correrlo, pues no perdemos nada. Si
sale el no nos quedamos como estamos, si es que sí daríamos un gran paso para
ambos pueblos y, probablemente, un gran paso para la humanidad, mostrando un
ejemplo que podría seguirse en otros lugares, en otras regiones rotas por la
división y fragmentada por tantos nacionalismos beligerantes y atomizados. Yo
me apunto al carro de la fusión y no al del nacionalismo.
Aunque sea por reivindicar la figura de José Saramago y del
personaje que lo representaba, y de camino la genial figura del chileno Pablo
Neruda.
Manolo Ozáez
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