Artículo histórico de Manolo Ozáez
La historia de Bailén, un pueblo de apenas 18.000 habitantes,
se inicia hace aproximadamente 3.000 años, cuando la península era ocupada por
los íberos a los que continuaron los fenicios, griegos, cartagineses y romanos.
El primer nombre con el que se identifica Bailén es con Baritto, voz de origen
turdetano, y que correspondía a un poblado fenicio situado en nuestro término.
Posteriormente se le conoció por los viajeros griegos como Baikol y Besur. En la etapa de
dominación romana se le denomina Baécula-Caecilia
y Baécula-Bética, asentados en
nuestro territorio por sus ricos yacimientos de plomo, plata, oro y cobre. En
esa época se sitúa el famoso enfrentamiento entre cartagineses y romanos
narrado por el historiador romano Tito Livio, conocida como La batalla de Baécula, que
enfrentó a las legiones romanas comandadas por Publio Cornelio Escipión El Africano y a Asdrúbal Barca como
jefe de los cartagineses, con victoria para la república romana. Dicha batalla,
acaecida en nuestro suelo fue germen para la posterior fundación de Itálica en
la actual Sevilla.
Siglos posteriores conocieron el dominio de la cultura árabe, que dejaron un bello castillo, hoy desaparecido y del que se tienen numerosas referencias literarias, así como una mezquita, también desaparecida por la mano del hombre. Es en 1349 cuando el noble Pero Ponce de León adquiere al rey Alfonso XI por 140.000 maravedíes el Castillo y el territorio unido a él, dejando de pertenecer a partir de dicho momento al Concejo de Baeza y a su fuero, y aliviando las arcas reales como consecuencia de las continuas guerras fronterizas en las que estaban embarcados los monarcas y señores feudales de la época.
Pero es la Batalla de Bailén del 19 de julio de 1808, contra las tropas invasoras francesas de Napoleón Bonaparte, la que sitúa a nuestra ciudad en el mapa histórico mundial, y por un hecho crucial que se debe resaltar: es la primera batalla en campo abierto, y con ejércitos reglamentados, que humilla al poderío militar francés de Napoleón Bonaparte, hasta entonces invictos en mil batallas.
No obstante, el contexto del hecho de la Batalla de Bailén podría comenzar perfectamente un 21 de octubre de 1805, en el golfo de Cádiz, combatiendo contra los ingleses y junto a nuestros aliados franceses, en la célebre batalla de Trafalgar, y en la que sufrimos los ejércitos navales conjuntos seria derrota, más debida a la ineptitud de los mandos franceses que a los nuestros propios, si bien es un acontecimiento ya juzgado por los historiadores. Al cabo de tres años, y aprovechándose de esa posición privilegiada de alianza con España, el ejército imperial francés cruza el territorio español, supuestamente en dirección a Portugal para enfrentarse con el general Wellesley, más tarde conocido como Duque de Wellington. Sin embargo, fue ocupando estratégicamente la superficie de la piel del toro y tras las Capitulaciones de Bayona, donde los enfrentados reyes Carlos IV y Fernando VII, padre e hijo, bajo presión del propio Napoleón, y con el consentimiento tácito del primado Godoy, ceden el trono de España al hermano de Napoleón, José Bonaparte, desde entonces José I1, si bien en el árbol genealógico de la realeza española nunca aparecerá con tal dignidad.
Con la ocupación de la península se inicia también la usurpación de los poderes reales a nivel nacional, regional y local, tratando de imponer el modelo de revolución imperante en Francia y en el resto de los territorios ocupados por sus ejércitos, que era casi toda Europa, a excepción de parte de Rusia y parte del Imperio austro-húngaro, y por supuesto Inglaterra, llegando su mano vencedora hasta Egipto y Crimea. Lo que no contaba Napoleón era con la resistencia del pueblo español, bien mediante la confrontación con el escaso ejército regular español, dividido entre los partidarios y los contrarios a José I1, o por la propia división territorial al encontrarse un gran contingente de nuestros regimientos destinados a los territorios de ultramar, aún bajo dominación española, como el caso de América, África y archipiélagos como Cuba, La Dominica y Filipinas.
La partidas guerrilleras españolas fueron otro de los auténticos quebraderos de cabeza para Napoleón y sus ejércitos, actuando como avispas que pinchaban y desaparecían apoyados por la población civil, de la que se nutrían. Históricamente se ha considerado que las primeras guerras de guerrillas a nivel internacional, nacieron en España y durante dicho período de ocupación francesa, si bien existen datos de su existencia en épocas anteriores, se trataba de casos aislados, mientras que en 1808 y sucesivos años, en la península ibérica, se institucionalizó este tipo de combates y enfrentamientos que además de tener aterrorizado a las partidas francesas, diezmaban sus enseres e intendencia, vetándole el acceso a la comida, al agua, al alojamiento, e incluso a cuestiones básicas como el vestido y la higiene. Entre los combatientes franceses se llegó a acuñar la frase: "morir en España y renacer en París" ante la situación angustiosa que vivían.
Hoy muchos de vosotros habéis cruzado por diversos lugares el río Guadalquivir, accidente geográfico que deja su extensa cicatriz por toda la provincia jiennense. Es ahí donde vamos a situar los primeros escarceos de lo que al tiempo fue la batalla de Bailén. En Mengíbar se produce el primer enfrentamiento entre ambos ejércitos - el español y el francés -, favorable a nuestras tropas, y en donde muere el General francés Gobert, actualmente enterrado en la vecina Guarromán. Otros enfrentamientos, por conseguir cruzar el río Guadalquivir, se dieron en Villa del río, Andújar, Villanueva de la Reina a cargo del general Coupigny, del ejército español. En Marmolejo intenta cruzarlo el coronel Cruz Mourgeón, enfrentándose al 61 Regimiento al mando del general Lefranc. Es prácticamente imposible que las tropas españolas crucen el río. Pero a la vez, y mediante estrategias de confusión, utilizando correos a caballo, y el apoyo de la población lugareña, el general suizo español Teodoro Reding, el auténtico artífice de la victoria en Bailén, va aprovisionando a un numeroso ejército en los alrededores de Bailén, mientras el General Castaños, designado por las Juntas Supremas Militares de Granada y Sevilla como comandante en jefe de la región de Andalucía, permanece acantonado en los Visos de Andújar, casi ajeno a lo que ocurría en Bailén y sus alrededores.
El primer enfrentamiento entre las tropas mandadas por Reding y las dirigidas por el general Dupont, jefe supremo de las divisiones francesas, se da en la noche del 18 al 19 de julio, a las tres de la madrugada junto al puente del Rumblar, a escasos cuatro kilómetros de Bailén, intentando pillar de sorpresa a las divisiones españolas. Craso error, ya que el general Reding y el marqués de Coupigny se habían establecido en Bailén desde la mañana del 18 en previsión de un ataque del general Vedel, procedente de La Carolina. Dupont a su vez avanzaba en dirección norte ante la posible llegada del General Castaños por su retaguardia desde Andújar, en un intento de cruzar Despeñaperros y contactar con el grueso de su ejército procedente de Castilla. Pero la realidad histórica, que nos descubre que ambos ejércitos estaban confusos sobre la situación real de sus enemigos, es que se ven enfrentados en lugares hoy emblemáticos de nuestra ciudad como los Cerros de San Cristóbal y del Ahorcado, o Zumacar Chico, el Cerro de San Valentín, la Haza Walona, el Cerro Cerrajón, donde su ubicó la artillería francesa. Se enfrentan en varias zonas un total de 16.200 franceses, frente al contingente español formado por un número equivalente de efectivos y con el apoyo de la población civil, entonces escasa en la villa de Bailén.
Desde las 3 de la mañana hasta el mediodía se suceden continuos ataques de infantería y de caballería, apoyados por el fuego de la artillería de uno y otro bando, hasta que tras infructuosos ataques contra nuestras líneas, y derrotados por las armas y por una temperatura de casi 40 grados, las tropas francesas se dispersan buscando agua que sacie su sed, lanzándose a la Noria de la Huerta de San Lázaro, hoy aún existente. En dicha noria cuenta la leyenda que nuestra heroína local, María Bellido, "La culiancha", junto a otras mujeres, daban de beber a los soldados españoles y al recibir un impacto de bala de fusil y rompérsele el cántaro, con los restos de éste siguió suministrando agua incluso al general Reding que se lo agradeció a la población, reconociendo el valor de los bailenenses ante sus cuadros superiores.
Tras pedir rendición el general Dupont, llega a Bailén el general Vedel, pero ante la entrega de las armas de su general en jefe no puede, a pesar de desearlo e intentarlo, reiniciar la batalla, lo que supondría pasar a cuchillo a los prisioneros, siguiendo los códigos de honor militares de la época, por lo que tiene que deponer las armas con su ejército de 7.500 hombres intacto. De haberse incorporado a la batalla con anterioridad a la rendición, este hecho podría haber inclinado el resultado final a favor de los ejércitos franceses.
Se contabilizaron unos 1.500 heridos, 450 muertos y 17.150 prisioneros que acabaron, tras largo viaje de suplico por toda Andalucía, embarcados hasta la isla de Cabrera, en el archipiélago balear, de la que solo sobrevivieron un total de 4.000 soldados franceses vencidos en Bailén, abandonados y olvidados de uno y otro bando. Por el lado español el General Castaños informa de 189 muertos y 567 heridos. El 22 de Julio se firmó la solemne capitulación, en la Casa de Postas del Camino Real entre Andújar y Bailén, que se escenifica en el famoso cuadro de Casado del Alisal y en donde la tradición cuenta que el general Dupont le manifestó al General Castaños: "Le entrego mi espada, vencedora en cien batallas", contestándole el general español: "Pues yo le entrego la mía, que ha vencido en esta sola batalla".
Otras consecuencias históricas fueron la degradación de todos los generales franceses participantes en la batalla y el escarnio ante sus súbditos, por orden expresa de Napoleón Bonaparte. Algunos fueron repuestos posteriormente, a excepción de Dupont al que se le hizo consejo de guerra.
A Bailén se le otorgó el título de Muy Noble y Leal, en 1809. A los miembros de la Corporación y a los vecinos participantes se les concedió la medalla de oro con el lema: Al Valor y Lealtad. En 1850 se le concede a Bailén el rango de Ciudad, obligándose por decreto real a todas aquellas ciudades de más de 10.000 habitantes a colocar el nombre de Bailén a una de sus tres calles más principales, honor otorgado por la reina Isabel II. De ahí que cualquier gran ciudad española acoge en su callejero el nombre de Bailén, como en el caso de Madrid, en donde precisamente el Palacio Real se encuentra ubicado en la calle Bailén. Posteriormente, y tras la guerra de la independencia, la corriente romántica que invadió Europa, descubre nuestro país.
Hoy es una ciudad conocida, además de por sus hechos históricos, por su industria manufacturera del ladrillo y de la cerámica artística, todos ellos productos de la tierra arcillosa que abunda en nuestro suelo, por su agricultura del olivar y de la vid y por ser centro neurálgico de la red nacional de carreteras y paso obligado para viajeros. Cercana a la capital, a la segunda población de Jaén, Linares, y a Andújar, y fronteriza con Sierra Morena a través de nuestro paraje natural de El Burguillo.
Por Nicolás Manuel Ozáez Gutiérrez
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