Al levantarme, hoy día 19, día del padre
-no se me olvida que lo institucionalizó algún corte inglés o carrefour- me
encontré en la mesita de noche un dibujo de mi hija Gema felicitándome, con una
dedicatoria, que en la imaginación de una niña de nueve años, no deja de
sorprenderme: "Felicidades papá. Me gusta de tí como eres". Esa frase
contesta todas aquellas preguntas que le podía haber formulado en el sentido de
¿qué es lo que más te gusta de mi: los abrazos, los regalos, que te lleve al
cine todas las semanas, que te ayude a hacer los deberes del cole...?. Más
tarde, en el desayuno, María, más rocosa y menos sentimental, vence a su
condición, y me regala otro dibujo con el típico "Te quiero". De Nico
no me esperaba más de un beso y un felicidades apenas susurrado -tiene quince
años, ¿qué esperaba?-. Con ellos me siento satisfecho. ¡Ah!, por supuesto mi
madre, que tiene tarifa plana en el teléfono móvil, nos ha llamado a todos los
hijos para felicitarnos -y somos seis, pues la hija no cuenta en este caso-.
Lo que duele son los olvidos, intencionados o no. Pero no les guardo rencor. Forma parte del juego de las estrategias. Por la tarde me he tomado un sabático descanso, ¿o mejor decir juevático descanso? y me he largado a Jaén con la visa para colaborar en el freno de la puta crisis, y a las 20,10 horas nos hemos metido en el cine para disfrutar de la Julia Roberts en Dupliciti. A mi me ha gustado, al resto le ha parecido sosa: cuestión de gustos. Para que el día fuera completo me he prometido un pequeño artículo para el blog del alimón, y de camino le brindo el toro a Miguel Ángel, que se sentirá obligado al reto.
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