viernes, 18 de octubre de 2013

Ayer y hoy de una lápida conmemorativa,

El 19 de Julio de 1908, Primer Centenario de la Batalla de Bailén, en la fachada de la que fuera casa de María Bellido, la famosa heroína que llevaba agua al General Reding y cuyo nombre fue mitificado para honrar el coraje de la mujer bailenense , fue descubierta una placa conmemorativa, que a la postre ha sido el único patrimonio o recuerdo vivo de aquellas humildes fiestas de 1908. Para la inauguración, todo un pueblo vestido de gala se congrega frente a la regia casa ubicada junto a la vieja fuente de La Carrera... van pasando los años y con el derribo de aquella casa se guarda la lápida para volver a ponerla en la fachada del nuevo edificio construido en la década de los setenta. Es costumbre que los bajos comerciales se queden en bruto durante mucho años y es cuando ese bajo comercial de la compañía Sevillana de electricidad se arregla en la década de los ochenta para oficina de cobro, un niño que juega junto a sus amigos en aquella pequeña plazoleta, se ve sorprendido por un montón de gente de lo más variopinta: obreros vestidos con monos azules, gente de lo más variopinta. 




De una cochera anexa sacan una escalera y los obreros se disponen a volver a colocar la placa en el lugar que le corresponde. Tardan pocos minutos y antes de que el obrero se baje de la escalera, uno de aquellos obreros (o sindicalistas, o electricistas) dice una palabras al público que lo escuchábamos: venimos los obreros de Bailén a volver a rendir homenaje a María Bellido con esta placa. Ahora me gustaría que rezáramos una sencilla oración por María Bellido. Dicho esto, todo el mundo se puso a rezar, y yo que era muy beato por la época hice lo mismo, aunque no entendía nada de aquello, en las tinieblas de mi inconsciencia, viendo aquella lápida, las dos coronas de laurel que dejaron allí colgadas, y el rezo de aquella oración, pensé en la inocencia de mi juventud que aquello era un nicho, y que María Bellido estaba allí enterrada, que sabría un niño de placas, obreros y mujeres con cántaros a mi tierna edad. Para mi lo más sencillo era pensar que allí había una tumba porque yo estaba acostumbrado a la parafernalia del Cementerio en la festividad de todos los Santos...

¿Quién me diría a mí que unos veinticinco años más tarde iba a ser testigo de la retirada y la vuelta de la placa? Esta vez sin parafernalias obreras, ni de laureles, ni en el lugar que por antigüedad y abolengo le correspondería, sino justo en el lugar en el que yo de niño, observaba, un lugar que ahora más todavía parece una tumba y que está a la mano de cualquier vándalo que puede destruir más de cien años de Historia de aquella placa en cuestión de segundos....





por  MIGUEL ÁNGEL PEREA MONJE para B.I.

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