Sin noticias de Google
Permítanme que casi plagie el título de esta columna (Eduardo Mendoza escribió ‘Sin noticias de Gurb’) para contarles un sucedido. Decidí pasar el fin de semana pasado en la casa que tengo en La Herradura. Pero antes tenía que escribir un artículo para el periódico ‘Granada Hoy’ que me habían solicitado. Entonces me surgió un dilema: o atrasar un día mi viaje o irme con el portátil y escribir el artículo en La Herradura, a sabiendas que tendría más dificultades porque allí no tengo Internet y no podría consultar a través de Google las dudas que surgieran durante la elaboración del mismo. Qué narices, me dije, escribo artículos y columnas en los periódicos desde mucho antes de que se inventara internet, así que no sé por qué iba a tener ahora algún problema.
Al día siguiente, ya en mi casa de La Herradura, lo primero que hice fue enchufar el portátil y ponerme a trabajar para cumplir el encargo. Estuve a punto de utilizar una máquina de escribir, pero eso ya hubiera sido rizar el rizo. Si les digo la verdad me costó más trabajo que de costumbre porque reconozco que para documentarme utilizo mucho el Google y la Wikipedia. Pero allí estaba el artículo, bien hilvanado, bien organizado y bien argumentado a pesar de que no había utilizado la Red. Me sentía orgulloso. Tengo un amigo también escritor, Fran Ortiz, mucho más joven que yo y que ha nacido con la revolución tecnológica, que dice que está experimentando escribir con el ‘router’ desconectado. Se surte sólo de su imaginación y de un diccionario, que es lo que hacían los escritores antiguos. “A ver cuánto puedo seguir así”, me dijo en un mensaje.
Umberto Eco, recientemente fallecido, no era muy partidario de utilizar internet, una herramienta que, según él, está acabando con el periodismo y que «ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad». Alguien, que me aspen si me acuerdo quién fue, comparó internet con ese que te pega un tiro en el pie y luego te lo cura cortándotelo. En fin, que por una vez desde hacía mucho tiempo, había escrito un artículo sin necesidad de utilizar la Red. Como digo, me sentía ufano, contento… No tengo por qué estar enganchado a las nuevas tecnologías para ejercer mi oficio, me dije, satisfecho de mi experiencia.
Estaba saboreando la victoria de los viejos tiempos sobre la era de la Red cuando me llamó la directora del periódico. Me decía que necesitaba el artículo para la edición del día siguiente, que se lo enviara cuanto antes. Maldición… ¿y qué hago yo ahora si no tengo Internet en casa? No tuve más remedio que coger el portátil y recorrer varios locales de La Herradura en busca de uno que tuviera wifi. Cuando lo encontré y envié mi artículo estuve a punto de ponerme a llorar.
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