El día 25 de Febrero recibimos la triste noticia del
fallecimiento del guitarrista algecireño Paco de Lucía (Francisco Sánchez Gómez), con apenas
66 años de edad y una brillante carrera musical a sus espaldas, reconocido, sin
lugar a dudas como el mejor y más virtuoso instrumentista de las seis cuerdas,
no solo en la suerte del flamenco o guitarra acústica, sino en el macrouniverso
de dicho instrumento, que incluye estilos tan dispares como el rock, el blue,
el jazz, el ritman blues, el flamenco, el pop, el heavy, el folk, el country, o
los innumerables clásicos.
Ciertos periódicos internacionales sitúan la pérdida
artística de Paco de Lucía en el mismo plano que la del malagueño Picasso,
refiriéndose a nuestros representantes más internacionales.
Reconocido entre los grandes intérpretes
universales, como Chick Corea, Larry Coryell, Eric Clapton, Mark Knopfler,
líder de la banda de rock británica Dire
Straits (que llego a decir de él tras escucharle tocar, que acababa de
descubrir que no sabía tocar la guitarra, abrumado por la interpretación de
Paco de Lucía), Carlos Santana, con quien coincidió en los escenarios de medio
mundo, pero también con músicos famosos como Pedro Iturralde, Bryan Adams, o
Joan Manuel Serrat. Aunque, de todos
ellos, fundamentalmente se le recordará por varios proyectos, como sus largas
colaboraciones con El Camarón de la Isla, o el trío que formó en los años 1981
con sus amigos Al di Meola (probablemente la mejor guitarra del jazz) y (con seguridad, el mejor intérprete del rock y
virtuoso de la guitarra de doble mástil, al frente del grupo Mahavishnu
Orchestra), y que arrancaron en directo en la ciudad norteamericana, denominándolo
“Friday Night in San Francisco”,
disco del que vendieron más de un millón de copias. De esta conexión, dicen
algunos críticos “que derribó tantos muros como prejuicios”, pues es conocido
que muchos ortodoxos del flamenco no perdonaban a Paco de Lucía, y a otros
músicos, sus intentos de fusionar este estilo con otras disciplinas musicales,
y que tuvieron que aceptar por la internacionalización que el guitarrista
algecireño consiguió para el flamenco, y que a la postre resultó tan positiva
para el resto de artistas que profesan este arte.
En 1983, y
ante el éxito conseguido por esta unión, dos años antes, con sus amigos Al Di
Meola y John McLaughlin, lanzó “Passion,
grace and fire”, en la que la Pasión la ponía Paco, la Gracia Al Di Meola,
y John el Fuego.
John McLaughlin, Al Di Meola y Paco de Lucía, por ese orden |
Finalmente, en 1996, volvieron a juntarse en los
escenarios, con el espectáculo “The
Guitar Trio”.
Pero mi historia con Paco de Lucía arranca en el
verano de 1981. Mi hermano Paco y yo nos escapamos a Palma de Mallorca en un
viaje relámpago, improvisado, deseado, pues se acababa el verano y nos
quedábamos sin vacaciones. Nos alojamos en casa de unos familiares a los que
prácticamente les vimos el pelo a la llegada a la isla y en la despedida de
esta, pues ambos trabajaban, a lo que sumar nuestras ansias de disfrutar, trasnochar
y conocer gente.
El segundo día, de siete que nos tomamos, alquilamos
dos vespas, embadurnadas totalmente
de color amarillo, como los taxis de Nueva York, Atenas o Estambul, con las que
recorrimos toda la isla de cabo a rabo, inclusive nos atrevimos a aventurarnos
por terrenos rurales, practicando una suerte de carreras de campo a través que
derivó en la rotura de varias piezas de las scooteres
y la devolución en grúa al establecimiento.
Uno de aquellos días de deambular por Inca, Manacor,
Santa Ponça, Alcudia, Can Pastilla o las discotecas y garitos de El Paseo de El
Arenal, atestados de guiris y con escaso dominio de los idiomas que habitaban
los lugares de la marcha, nos encontramos con la publicidad de un festival en
la plaza de toros de Mallorca, con la actuación de varios grupos, entre ellos
un desconocido grupo madrileño por nombre “Los Secretos”, capitaneado por los hermanos Urquijo, que
luego consiguieron gran éxito con temas fundamentales como “Déjame” o “Sobre un
vidrio mojado” al que asistimos y que nos dejó un regusto agridulce, pues
esperábamos un nivel mayor entre los grupos que actuaron.
No obstante, la actuación estrella del festival, dos
días después, era una versión más españolizada de “Friday Night in San Francisco”, con los tres virtuosos de la
guitarra Paco de Lucía, Al Di Meola y John McLaughlin. No cabía un solo alfiler
en la plaza de toros de Palma de Mallorca. La expectación era absoluta. Fueron
saltando al escenario uno a uno los intérpretes para, posteriormente, formar dúos
y tríos, mezclando estilos, piques musicales rayando lo divino. Tal era así que
el público estábamos enloquecidos. Aplaudíamos hasta casi hacer sangrar
nuestras manos a cada actuación de cualquiera de los artistas, dúos o
tríos -lógicamente al jugar Paco de
Lucía en casa, cosechaba más vítores-. Inmediatamente interrumpíamos los
aplausos, pues no era cuestión de perder ni un solo segundo en nimiedades, pues
lo que apetecía era escuchar cómo hablaban las guitarras, sus increíbles expresiones,
en una suerte de paroxismo que inundaba el inmenso aforo del descubierto teatro.
Un silencio sobrecogedor precedía el rasgar de la primera nota de cada
interpretación, y ni un solo bostezo, ni un minúsculo ruido, ni una tos o
estornudo, quizás ni un entrecerrar de párpados para no perder detalle con la
vista o el oído.
Tal era la mística conseguida en aquellos momentos
que, casi en la parte final de la actuación, entre tema y tema, y ante el
abrumador silencio que se producía, una voz gritó: “Al suelo todo el mundo, coño”, emulando al teniente coronel Tejero,
que apenas unos meses antes, el 23 de Febrero del mismo año 1981, había
intentado asaltar el Congreso y deponer al legítimo gobierno elegido por el
pueblo en una recién estrenada democracia. Por descontado que la ocurrencia se
saldó con una sonora carcajada que liberó nuestra pasión por el espectáculo que
disfrutábamos, a la vez que demostró el apego del público a la nueva forma
política del Estado.
Son muchos los conciertos a los que por suerte he
podido asistir y disfrutar, por destacar algunos, los Rolling Stones en el
1982, los Dire Straits, U-2, con Los Ramones como teloneros, todos ellos en el
Vicente Calderón, o Deep Purple, en IFEGRA (Granada), con Mary Carmen, Rafa “el
pájaro” y María, Bob Dylan en varias ocasiones, Supertramp, The Alan Parsons Project, Los Héroes del Silencio, en Sevilla (2007),
John Fogerty, líder de Creedence Clearwater Revival, en el Festival de la
Guitarra de Córdoba, Mano Negra, también
en la ciudad califal, Juanes o Luis Miguel en IFEJA, en Jaén (¡sí, Luis Miguel! ¿pasa algo?)… y doscientos
conciertos más de grupos españoles de la movida de los 80, 90, 2000 y actuales,
en lugares inverosímiles como el Castillo de Salobreña, en el que actuaba “El
Último de la Fila”, o el Calella Camping Rock en Barcelona, con apenas 16 años,
y en los que, por primera vez escuché un directo de Triana, Bloque, Asfalto (luego
coincidí con ellos en una entrevista), El Festival de Blue de Cazorla, Etnosur
en Alcalá la Real, el Lagarto Rock en la mayoría de sus ediciones, por supuesto
alguna de Los Apache… y tantos otros conciertos en ferias, eventos y
actividades culturales. Pero ninguna actuación, clímax, mística, explosión de
sonido por todos los sentidos, y experiencia como aquel concierto de Paco de
Lucía + 2 en Palma de Mallorca en el verano de 1981.
Era algo que le debía al maestro de Algeciras, y la
ocasión propicia.
Nota: imágenes tomadas de internet
Manolo Ozáez para BAILÉN INFORMATIVO
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