Hoy, con el ajetreo de las fiestas de Navidad, se me fue el santo al cielo. Y por más que intenté perseguirlo, no pude alcanzarlo, sólo imaginar su estela. Andamos metidos en mil cosas: los preparativos de la Cena de Nochebuena, el cotillón de fin de Año, el cierre contable de la empresa, las cenas múltiples de empresas, los propósitos de enmiendas -como todos los años por estas fechas-, las notas del Instituto de la nena, las notas del Colegio de la otra nena, las pagas extras, que he oído por ahí que las van a auitar, como en Portugal. Andamos metidos en mil faenas, de ahí que cuando me ha llamado Antonio, el de la COPE, me ha pillado quitándome el pijama, en calzoncillos, y he tenido que improvisar un artículo de opinión, que no sé si es más una reflexión, una confesión, una afirmación o un decálogo de buenas intenciones para el próximo año, pues de este que se va, el 2011, mejor no hablemos.
Te dije Antonio que al menos me des un minuto de margen matutino, pues resulta que estamos emitiendo este artículo con media cara afeitada y la otra media embadurnada de crea; las legañas aún se niegan a devolverme la calidez del día y la razón, y, por si fuera poco, por el otro oído libre escucho la voz barítono de mi mujer pidiéndome, solicitándome, exigiéndome, que lleve a los niños al cole YA o YA, pues llegan tarde. Así que adiós Antonio, adiós amigos, hasta el próximo día 30, que será el último viernes del año, y en el que tendremos que meditar seriamente desde este lado del cable y desde el otro lado, acerca de la incierta aventura que será el 2012, pues el 2011, sin pena ni gloria, como el que dice "nos lo hemos cargado".
Manolo Ozáez para COPE JAÉN
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