IGNACIO RUBIERA BALBÍN
Ideamos una fórmula con la que sorprender a los amigos,
Génesis de un proceso lento pero continuo, pausado,
Nunca escaso el contenido, acertado o equivocado.
A veces surge el lapsus, que no el intencionado olvido.
Cien veces sopesamos la palabra, el verso contenido,
Incluso desesperamos de no encontrar la frase hecha
O el párrafo adecuado, el infinito y justo verbo.
Reprochábamos a las musas el árido desdén otorgado
Un guiño acaso, un quizás, tal vez un certero dardo,
Bien anotado, aunque a destiempo, huraño, conciso
Invisible al desánimo, escondido, oculto, agazapado.
En clave de humor, trágico, teatral o ingenioso,
Rara vez mostrado, de ahí nuestro infortunio;
Aunque en un descuido de los dioses, afianzado.
Bien está lo que bien acaba, rezaba la sentencia popular.
A fuerza de perseguir un sueño, conquistamos
La expresión, superamos el ofensivo obstáculo
Baladí perseguido hasta el confín de una estrella.
Ignacio Rubiera merecía el elogio de Reding y Caecilia
No por la adulación sutil, sino por su cualidad eterna.
Manolo Ozáez
Abril 2015
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