Buenos días. A menudo los tiranos de nuestros hijos nos recuerdan que estamos pasados de moda, que no les entendemos en su filosofía existencial y en sus permanentes huelgas de brazos caídos. Y nosotros nos reímos. Con frecuencia, esos jovencitos que invariablemente los fines de semana dirigen sus pasos, como zombis, hacia el botellódromo, a ponerse ciegos de alcohol y algún que otro porrillo, nos sueltan la consabida perorata de que necesitan libertad, independencia y espacio para realizarse, cuando lo que quieren es que les compremos un coche, les paguemos la gasolina y, a ser posible, un piso a compartir con dos o tres amigos más en el centro de Granada, Sevilla, Málaga, París o Londres, ¡qué les da igual!, ¡cuánto más lejos de sus padres, tanto mejor!. Pero no nos olvidemos de cederle gratis nuestra tarjeta de crédito. Y además nos reímos. Es cierto que esta maldita crisis se ceba fundamentalmente con los jóvenes, muchos de ellos nuevos licenciados; una juventud brillante… aunque todavía no he terminado de comprobar en qué…salvo en el deporte; si bien es cierto que el esfuerzo al que se comprometen ellos, en ocasiones, es insignificante, mínimo, pues saben que nosotros, los padres, nunca permitiremos que nuestros hijos sufran lo que sufrimos en otro tiempo nosotros, padezcan lo que padecimos nosotros, o carezcan de lo que nosotros carecimos, les es muy fácil exigirnos libertad, independencia y espacio para respirar, o lo que es igual, dinero, dinero y tiempo para disfrutarlo, a cambio en ocasiones de nada, pues al parecer nuestra obligación es proporcionárselos y la de ellos no rendirnos cuentas ni ilusionarnos. De todas formas, y dado que hablo de forma genérica y no personalizada, a aquellos cuyos hijos se esfuerzan y sacrifican, sin pedir a priori nada a cambio, enhorabuena, pues de ellos será el reino de la prosperidad y la recompensa.
Manolo Ozáez para COPE
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