Buenas tardes a todos a esta Gala de los Premios Caecilia en el día que nosotros denominamos de San Caecilia, pues de alguna forma tomamos la calle y los escenarios en un intento desesperado de olvidar los problemas que a diario nos acucian, y que ni tan siquiera me voy a molestar en pronunciar. El año pasado os sorprendimos con el proyecto Hans Christian Andersen, el descubrimiento de una placa que recuerda su paso por Bailén, la visita del Embajador de Dinamarca a Bailén, los concursos entre escolares de primaria, el especial de Bailén Informativo. Este año, a pesar de lo innombrable, hemos vuelto a hacer bolillos presentando la novela Udrí de José Ramón Parra, el documental “Lo que mi rey me paga. Los Tercios de España”, en colaboración con otras Asociaciones Culturales de Bailén con las que no nos pesa organizar actividades conjuntamente, pues ello nos enriquece. No estamos solos, pues han venido a acompañarnos en esta noche de otoño amigos de Málaga, Huéscar de Granada, Sevilla, Córdoba, San Sebastián, Madrid, por supuesto de Jaén, y de pueblos como Andújar, La Carolina, Mengíbar, Guarromán o Baños de la Encina, señal inequívoca de que conceptos como amistad, lealtad y futuro no han caído todavía en desuso. No obstante seguimos pensando que la esencia de los Premios Caecilia no es solo presentaros en sociedad a personas y entidades que, la mayoría de las veces en las sombras, realizan un extraordinario esfuerzo por el deporte, por la música, por la iniciativa empresarial, por la educación, por la cultura, por su pueblo, es más que todo eso, pues también es la labor de una búsqueda en solitario por el atlas geográfico de España, aunque también del mundo, recuperando a algunos de nuestros paisanos que, por razón de su trabajo, o por motivos particulares insoslayables, tuvieron que partir de Bailén como decimos en estas tierras de terrón y olivos, “a buscarse la vida” más allá de sus fronteras físicas y humanas. Todo eso nos da igual, pues hoy los hemos traído aquí, frente a vosotros, a que les miréis a los rostros, cara a cara, y os sintáis orgullosos de su paisanaje, de sentirlos cercanos aunque sea por un solo día. Luego nos iremos, cada uno para su casa, pero, ¿quién me negará que un hueco en su médula sensible no irá impregnado del olor de este acto y de esta tierra? Gracias a todos por vuestra asistencia.
Manolo Ozáez, Secretario Asociación Caecilia
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