Buenos días amigos. Por razones de trabajo y formación, me encuentro desplazado a Valladolid hasta el 25 de junio. Comparto espacio y tiempo con 21 compañeros venidos de toda España. Desde Gijón hasta Málaga, pasando por Madrid, Zaragoza, Granada y Jerez de la Frontera, el amigo Juan Carlos Pozo, responsable, como dice él, de una fotocopiadora, en un cuartel militar. Otros han llegado desde Barcelona, caso de Nemesio Quiles y José Miguel Varas, de Sevilla, de Palencia, Córdoba, Bilbao, Ponferrada, y el mismo Valladolid. Incluso tengo un compañero de Linares, y concejal en Canena, que responde al nombre de Santiago Molina García. Desde la distancia, es inevitable acordarse de la tierra de olivos y secano que uno dejó atrás hace apenas una semana, y a la que recuerda por todas aquellas raíces que dejamos sembradas en su geografía: mujer, hijos, hermanos, amigos. Aunque también nos surgen las preguntas, los dilemas filosóficos y morales de la convivencia con compañeros y compañeras llegados de todas las regiones de España, incluida Melilla; las rivalidades regionales que nos llevan, sin solución de continuidad, a conocernos, a comprendernos, a respetarnos, cobijados bajo una única bandera que ha resistido los avatares del tiempo, los vaivenes políticos y los intentos de rediseñarla para cuestionarla. Hoy, desde Valladolid, me siento un poco más español que lo era ayer, aunque probablemente menos que mañana.
Manolo Ozáez
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