Buenas tardes. Cada día son más las voces que se alzan
advirtiendo contra las medidas económicas dictadas desde el corazón de una
Europa dividida que no encuentra soluciones al gran problema de la crisis
financiera y al endeudamiento de los Estados. Cada día oímos a más economistas
y filósofos, porfiar contra los acuerdos pactados en espaciosos despachos de
inmensos y fríos edificios, y contra ajustes que consideran disparatados e
irracionales, defendiendo precisamente todo lo contrario: frente a la menor
inversión en infraestructuras, los rebeldes del sistema proponen una mayor
apuesta por el gasto público; frente a la reducción de fondos en educación,
sanidad e investigación, proponen un decidido desafío por potenciar y renovar
los que son considerados pilares del estado de bienestar. Frente a las
restricciones en el consumo de bienes accesorios o secundarios, propugnan
adquisiciones selectivas; más ocio aún sin derroche; menos ahorro y más visión
de futuro. Equilibrar las cuentas sí, pero sin grandes penurias; no alterar en
demasía los sanos hábitos cotidianos, que en definitiva es modificar nuestra
singular forma de vida. Cada día son más las voces que nos advierten del gran
error de seguir las pautas que nos marca la señora Merkel, además de primer
ministro, directora general de un conglomerado de empresas e intereses
nacionales que nos llevan a la ruina, a la hecatombe, y al abandono sistemático de nuestros
principios más fundamentales, como fueron otrora la camaradería, la
solidaridad, la diversión, la risa y el
entusiasmo, apagados como estamos todos, y sobre todo los políticos, en este
mar de llanto que es la crisis y sus consecuencias. Cada día son más los que
nos dicen que el camino que estamos tomando es el equivocado, y que en un
momento determinado deberemos de desandar lo andado, pues abocados vamos hacia
estructuras y modelos de principios del siglo XX, y no hacia un previsible
siglo XXI.
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