miércoles, 10 de octubre de 2012

"Manifiesto por la Paz", escrito y leído por Manuel N. Ozáez en los Actos conmemorativos de la Batalla de Bailén, de 2012.



Ayer hablábamos sobre el papel de los representantes criollos de ultramar en la Constitución de Cádiz de 1.812, en un contexto de guerra de independencia. Hoy nos toca alabar lo que supone la paz para los pueblos. Marco Tulio Cicerón, en el siglo Primero antes de Cristo, sentenciaba que “las leyes guardan silencio cuando suenan las armas”, metáfora de lo que supone la guerra para un estado de derecho, aunque tal vez La Pepa supuso la excepción que confirma esa regla: “Se elaboraron leyes mientras sonaban las armas alrededor”.  

Polibio, el insigne historiador y político griego, que ubica la Batalla de Baecula en el término de Bailén, nos dejó en el siglo Dos antes de Cristo, otra cita para la reflexión: “Tiene sin duda mucho mérito vencer en el campo de batalla, pero se necesita más sabiduría y más destreza para hacer uso de la victoria”. Y de eso, ambos bandos, no fueron generosos, tanto en aquella guerra como  en otras posteriores que no nombraré, para no levantar ampollas.  De aquella falta de sabiduría y de destreza, de nuestros gobernantes, y en concreto del rey Fernando VII, tras la guerra de la Independencia contra los franceses, aún estamos huérfanos, pues perdimos el tren de la modernidad, al apear en la primera estación los valores de libertad, igualdad y fraternidad que traían los franceses, si bien con el horror de la barbarie y el fuego. Otras guerras vivimos después, la 1ª Guerra Mundial, en la que descubrimos hasta qué nivel de destrucción y canibalismo podríamos llegar la raza humana. Después vino nuestra Guerra Civil, y comprobamos que también los hermanos eran capaces de matarse por defender ideas distintas, posturas antagónicas. Antesala de la 2ª Guerra Mundial, de 1939 a 1945, en la que perecieron en torno a 70 millones de personas. Al parecer, estas cifras no nos enseñaron nada, pues después hubo más guerras, es decir, sigue habiendo guerras. Y, al contrario de lo que pueda parecer a los vivos y a los muertos, a los de aquí y a los de allí, estas Recreaciones Históricas, pretender que estos episodios no se olviden, que calen en la memoria colectiva de los pueblos; que la retina de cada persona almacene las imágenes de las batallas, de los heridos, de los muertos, el sonido del llanto, el estruendo de los mosquetes y de las piezas de artillería, el olor de la pólvora. Aunque os lo presentemos como un juego, es nuestra intención hacerlo lo

más real posible, para que sintáis el miedo que sienten los hombres y las mujeres que marchan a la guerra, o que se ven atrapados por ella.  Las moralejas y las estrategias las tendréis que idear vosotros.
A mediados del siglo XVIII, el inventor y estadista Benjamín Franklin, escribía en su diario: “Nunca existió una buena guerra ni una mala paz”, precisamente en un contexto de guerra de independencia de las colonias americanas contra Inglaterra. Un siglo después, el escritor Víctor Hugo afirmaba un axioma terrible: “El éxito de una guerra se mide por la cantidad de daños que causa”.
 Aún hoy, los políticos, los intelectuales, los filósofos, y la gente corriente, se preguntan, nos preguntamos: ¿qué mueve al hombre tranquilo y a la mujer sencilla a odiar a su contrario hasta el límite de procurar su muerte?

Muchas gracias.



   por  Manuel Ozáez, secretario de la Asociación Histórico Cultural General Reding, de Bailén

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