¿Tú crees que tengo un sueño?
por Manolo Ozáez
Si hoy tuviéramos que medir la temperatura de
una sociedad, el nivel de sus conquistas sociales, sus valores, el desarrollo
del estado de bienestar de los ciudadanos de un país, es probable que habituales
y extraños, propios y profanos, coincidiéramos en que un buen termómetro
sería -o podría ser- la mayor o menor práctica del deporte de los
habitantes de la nación, la calidad de sus instalaciones deportivas, el nivel
competitivo de sus clubes en torneos locales, provinciales, regionales,
nacionales e incluso internacionales. Creo que en eso si coincidiríamos todos,
o casi todos, moros y cristianos, conservadores y progresistas, merengues y
culés, provincianos o capitalinos.
Por fin en algo coincidimos una gran mayoría,
aunque en el resto de las cuestiones vitales y fundamentales como las
económicas, las sociales, las judiciales y las políticas no estemos de acuerdo,
e inclusive nos tiremos los trastos a nuestras cabezas de hojalata. Es evidente,
y no digo nada nuevo, que el deporte une, más allá de las fronteras
geográficas, pues también están las otras fronteras, las intelectuales, que no
son del todo invisibles, y que cualquier hijo de vecino reconoce a simple
vista.
Poderosamente me llama la
atención, por extravagante e insólito, que un país, ESPAÑA -pronunciado en voz
alta y escritas todas las letras con mayúsculas- pasee por el orbe, y por las canchas,
probablemente una de las mejores energías deportivas del mundo, en cuanto a
prácticas permanentes de sus ciudadanos, con independencia de sus regiones y a
pesar de ellas, y luego se diluya en aspectos como el económico o el educativo, en el que nuestra fortaleza y
vigor se pone en entredicho por parte de la comunidad internacional, no así en
el deporte.
No voy a descubrir “las indias
orientales”, ni “el teorema de la dispersión de los flujos convergentes por
magnetismo” -no os calentéis los cascos
en averiguar de qué se trata, pues me lo acabo de inventar sobre la marcha-, si
digo que somos una potencia en fútbol, tanto de clubes como de selecciones, o
que en balonmano nos falta solo el entorchado olímpico. Si queréis hablamos de
baloncesto, en voz alta, en las propias canchas de la NBA , o de TENIS, también con
letras mayúsculas; de motociclismo, de raid
o rallies; de jockey; de ciclismo, de
fútbol-sala, de atletismo, de gimnasia, natación sincronizada o en distancia,
automovilismo. La única pega, por poner una, los deportes de invierno, en los
que existe una menor tradición… pero todo llegará…todo se andará. La nómina de
deportistas españoles en la élite mundial está un punto por debajo del
infinito… y más allá.
De ahí mi sorpresa, mi
incredulidad, pasmo si queréis, cuando observo, desde esta o cualquier butaca,
la situación económica límite que vivimos en Bailén y en general en todo el
país, cuando escucho el desánimo en cada rincón y en cada conversación, la
falta de ideas y de liderazgo, no digo ya de soluciones. Y no puedo creerme que
un país que nos regala cada año un tour
ciclista, dos o tres campeonatos del mundo de motociclismo, un campeonato o
subcampeonato de F1, un Mundial de Fútbol, Balonmano, Fútbol-Sala; cien
subcampeonatos, mil medallas de bronce o terceros puestos, no sepa levantarse
contra la laxitud, el derrotismo y el abatimiento, como nos enseñan a golpes de
historia los alemanes, o los nórdicos, como comienzan a mostrarnos los países
que llamábamos desde nuestra elevada tribuna, emergentes o en vías de
desarrollo.
A buen seguro deberemos de
reformar nuestro tejido industrial, como se hizo hace años con los mimbres del
deporte, que partía de la nada absoluta, e inocular valores a los jóvenes,
valores éticos similares a los que aprenden en el deporte: compañerismo,
entrega, esfuerzo, compromiso, camaradería, equipo. A ciencia cierta habrá que
derribar paredes y techos de las viejas y obsoletas estructuras sociales, pues
como decía Bob Dylan, los tiempos están cambiando… y hemos de adaptarnos a
ellos, o pasarán por encima nuestra. Es prioritario procurarles empleo a los
padres y madres de familia, pero también a los jóvenes y preparados
universitarios, a los profesionales y técnicos más novatos en experiencia pero
ampliamente capacitados.
En definitiva, tendremos que fijar nuestros ojos en el modelo deportivo de la nación, que tanto éxito nos ha dado, en sus estructuras, en su organización, en su esqueleto, aunque tengamos que derribar, metafóricamente, el gastado edificio que sirve de envoltorio, y que nos ha permitido vivir algunas décadas del cuento, pero que ahora ya no nos sirve, pues descubrimos el juego, el deporte, quizás a tiempo.
¿Tú crees que tengo un sueño?
Por Manolo Ozáez para la revista
AMIGOS DEL DEPORTE
Bailén, 17/01/2012
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