Buenas tardes. Hace algunas semanas, en
esta misma sección, curiosidades de la vida, ensalzaba los logros de los
deportistas españoles, tanto a nivel individual como a nivel colectivo, y no
solo me refiero a la pléyade de selecciones que visten la camiseta roja con
orgullo, sino incluso de los clubes o equipos que disputan las ligas españolas
en cualquiera de sus disciplinas, llámese fútbol, balonmano, baloncesto,
fútbol-sala, voleibol, por poner solo un ejemplo, las cuales están plagadas,
obviamente, de jugadores foráneos, señal inequívoca de la buena salud de
nuestras competiciones y de las excelentes estructuras organizativas de las
federaciones patrias.
Ahora resulta que los galos, envidiosos
como ellos solos, comienzan sutilmente a cuestionar los logros y méritos de
nuestros héroes -a mi me gusta llamarlos
así, pues en la mayoría de los casos son espejo de valores para nuestros
jóvenes y orgullo para sus conciudadanos, que hacen suyos los triunfos, no
tanto los fracasos-. No voy a ponerme de parte de aquellos que buscan en el
dopaje mejorar las marcas, tampoco son de mi devoción los que amañan resultados
o recurren a la trampa y al engaño, ¡no!, ahí no me veréis, pero no voy a
quedarme callado ante el atropello que supone poner en entredicho su calidad, su
trabajo, la perfecta planificación integral, que arrancó unos años antes del
1992 con el Plan ADO, y que continúa hasta nuestros días. No son unos pocos, no
son cientos, son miles, cientos de miles los que practicamos deportes en este
país de ensueño; esforzándonos, exigiéndonos, sudando, para que una panda de
desalmados sin escrúpulos, intenten minar la estirpe y la moral de los atletas
y deportistas, sin apenas rebuscar en sus intrahistorias, en sus biografías, en
sus glorias y en sus miserias, afanándose exclusivamente en el oropel de las
victorias y los triunfos que otros no obtienen.
Algunos amigos me sugieren que les
recuerde que un 19 de julio de 1808, al ejército más poderoso del mundo, el
francés, le doblamos la oreja en Bailén, así que ¡ojo al parche!
Nicolás Manuel Ozáez
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