Buenas
tardes amigos. Frente al papel en blanco, no puedo evitar recordar parte de la
letra de una canción de uno de mis grupos fetiche de los años 80, Golpes Bajos,
que nos susurraba que eran “… malos tiempos para la lírica”. Aquella frase que
durante años me golpeó en las neuronas artísticas, en largas noches regadas con
alcohol, y que solamente reflejaban la angustia vital de un grupo de amigos de
Vigo, hoy, 20 años después, ¡o más! vuelven a golpearme con un efecto rebote de
décadas. Germán Coppini, líder de la banda gallega, probablemente se refería a
vivencias personales, a experiencias artísticas, a la movida que se vivía en
los renovados ambientes del pop español. No sé, no sé a qué se refería, pero en
estos tiempos, la frase retoma un vigor inesperado, aunque amplificado. No son
solo “malos tiempos para la lírica”, también lo son para las relaciones
personales, para las actividades económicas, para el trabajo y las
oportunidades laborales, para cientos de aspectos, que toman su influencia de
la dramática situación en que vivimos. Las cabezas están algo idas, los
estómagos encogidos, y los corazones rotos. En esta marea de cifras, números,
declaraciones, opiniones y despropósitos, sentimos la mayoría demasiados
rostros aún ocultos, capitales escondidos, oasis de poder que viven el ritmo
del desenfreno como si la historia no fuera con ellos. Les aviso: cada día son
más las calles que están siendo ocupadas, tal vez el siguiente paso sea ocupar
sus privilegios y atacar sus beneficios, ¿quién sabe, quién sabe?
Manolo Ozáez
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