BAILÉN EN CRISIS. Publicado en el número 104 del BAILEN INFORMATIVO
BAILÉN EN CRISIS
Por Manolo Ozáez
Comenzaré diciendo que esta es una opinión más de las que se vierten y se seguirán vertiendo, no la única, acerca de los hechos que motivan la actual crisis. Que probablemente determinados sectores no compartirán la opinión de este escrito por sus convicciones ideológicas, económicas o sociales, algo con lo que de principio ya contábamos, de ahí el interés de que todas las opiniones y pareceres se manifiesten y se publiquen, pues a buen seguro obtendríamos una imagen más real, menos distorsionada, de la exacta situación que vive nuestro pueblo, inmerso en esta grave crisis que padece el país, y que en Bailén, por mor de las condiciones socioeconómicas y políticas locales, se hace especialmente virulenta.
La segunda parte de la década de los noventa y los primeros siete años del 2.000, supusieron para Bailén un despegue económico inimaginable, consecuencia del desarrollo del sector inmobiliario a nivel nacional, que algunos llegaron a pensar que se había consolidado en un modelo que se perpetuaría en el tiempo. Los empresarios de Bailén decidieron apostar con fuerza por la tecnificación y la especialización en sus productos, accediendo a préstamos y a financiación ajena en ocasiones, lo que permitió que los materiales producidos en nuestras fábricas, y que nuestra ciudad, se convirtiera en una referencia de peso para el sector de la construcción. Se movía dinero a toneladas, así que imagínense en ladrillos. Los bancos y entidades financieras llamaban a las puertas de los empresarios del sector, a los de cualquier sector, a cualquier puerta, invadidos por una desbordada pasión de conceder créditos a cualquiera, en cualquier lugar y sin las garantías mínimas. No deja de ser curioso cómo ha cambiado el panorama de entonces a ahora en cuestión de financiación, ¿no les parece? Algunos afirman que cuando se supere la situación actual, se debería recordar a las entidades de crédito su papel en esta crisis y su apoyo de vergüenza a la recuperación no ya de Bailén, sino de todo un país, pero eso es música de otro cantar.
En aquella época de esplendor y abundancia, infinidad de empresarios de Bailén se decidieron a recolocar activos en otros sectores, como la agricultura, el comercio o la restauración, diversificando una parte mínima de su riesgo. Otros excedentes se ubicaron en valores inmobiliarios mediante la adquisición de locales comerciales, suelo urbano, suelo industrial, naves construidas, edificaciones y otros bienes, no ya solo en la comarca, sino, y principalmente, en la costa, o en grandes metrópolis del centro y del sur de España. La mayoría de las grandes empresas de la construcción de Bailén decidieron dar un salto cualitativo, y comenzaron a construir en el litoral malagueño, lo que les supuso a breve plazo excelentes beneficios.
El crecimiento exponencial de la construcción en la costa, por la llegada de los euros y las libras esterlinas del inversor europeo en busca del sol, del buen tiempo, de la diversión y de los precios competitivos, sumada al excelente nivel adquisitivo del español de clase media, que se lanzaba a la compra de apartamentos en zonas de sol o de montaña, al precio que fuera, y con un banco detrás respaldando la operación; o el incremento, medido en elevadas grúas salpicando el horizonte de las grandes ciudades, y otras no tan grandes, nos hacía pensar que la gallina de los huevos de oro duraría y duraría… y duraría otra década más… o quién sabe cuánto tiempo más. Como es lógico, el resto de la industria, el comercio, el consumo, la hostelería, el sector primario, el turismo, y, si me apuran, las cuentas de las Administraciones Públicas, se movían al son de la flauta del Hamelin de papel que es la economía del ladrillo.
Todo era de color de rosa. Empresarios jóvenes e inexpertos establecían pequeños comercios textiles, de calzado, de bisutería, de regalos, y de actividades varias, consiguiendo de inmediato el suficiente éxito para estabilizar su vida y prever que el futuro se les antojaba fácil. Cualquiera podría acceder, sin demasiado esfuerzo, a ser emprendedor y disfrutar de las mieles del consumismo desaforado, materializado en potentes vehículos, casas adosadas, apartamento en la playa y una frenética actividad social exenta de red de salvamento.
Nada más lejos de la realidad. Todos sabíamos, aunque algunos se negaban a reconocerlo, que todas las macroeconomías, que los mercados de inversión, que los flujos de liquidez y el consumo, se mueven por ciclos inexorables; ciclos en los que podemos intervenir para alargar o disminuir en ocasiones, pero nunca impedirlos: al final terminan por producirse. Y eso es lo que, en definitiva, vino a ocurrir: los mercados se colapsan, se satura la producción, el consumo se resiente, las entidades financieras de crédito, en previsión de un aumento considerable de la morosidad, dejan de conceder créditos a las empresas y a los particulares y, en consecuencia, deviene la debacle. Es, como dicen los mayores, la pescadilla que se muerde la cola. Si se congela el flujo del dinero se paraliza la actividad comercial e industrial, se penaliza con los despidos masivos a los trabajadores, con lo cual aparece en una segunda etapa un nuevo aumento en la morosidad, no ya de las empresas, sino de las clases medias trabajadoras, y las cuentas de la Administración se disparan sosteniendo el entramado de prestaciones sociales que se idearon unos y otros en la época del despilfarro y de las vacas gordas. De principio se salva el sector de los funcionarios públicos, que a pesar de ser hasta cierto punto elevado con respecto a la media europea, no deja de tener un peso relativo en cualquier economía. Tampoco se nos pasa desapercibido el incremento de vocaciones para funcionarios que se dan en el nuevo escenario social, huyendo de la inestabilidad que supone convertirse en empresarios o en trabajadores con contrato temporal.
Era inevitable comentar, aunque someramente, el marco de la situación económica nacional e internacional, en la que por supuesto no pretendo profundizar, pues no es motivo de este artículo, y otras doctas plumas analizarán con mayor rigor, si bien era necesario puntualizar, como se ha hecho, algunos aspectos.
Todo ello se vino abajo por las razones que todos hoy conocemos: la banca dejó de conceder créditos, y pasó de la opulencia a la usura, empezaron a desaparecer empresas que eran “de papel”, y con empresarios inexpertos y nerviosos al frente de ellas, que no aguantaron el primer envite. Empresarios de Bailén de larga tradición y abolengo que habían acudido a la financiación ajena, y que estaban hipotecados hasta las cuerdas vocales, que en cualquier situación normal hubieran afrontado los pagos sin ningún tipo de problemas, en la actual coyuntura, no pudieron hacer frente a los elevados pagos fraccionados de los préstamos cuando la venta es casi nula, teniendo que recurrir a los ahorros acumulados durante los años de bonanza, a la venta de activos de fácil liquidez, a recursos del entorno familiar, y a otros que cada cual supo improvisar a su manera y entendimiento. Resaltar que el cúmulo de propiedades inmuebles apiladas en los ejercicios precedentes, no les aliviaba de la crisis, pues al no existir liquidez en el mercado, amén de las espectativas de bajada de los precios de los inmuebles, y la incertidumbre económica, unida a la negativa de los bancos y cajas a conceder préstamos, o a financiar operaciones, incluso con garantías hipotecarias, no contaban con dinero contante y sonante con el que salvar el obstáculo temporal de la crisis en sus empresas, e incluso en sus propias economías familiares. Aquellos que pisaban la alfombra roja al entrar en las oficinas de tal o cual banco, ahora se encontraban con el clásico “vuelva usted mañana… que no estaremos”. Aquí podría aplicarse aquello que expresaba mi padre, también empresario y amante de los refranes, allá por los años 80 cuando sentenciaba: “los bancos en verano te dan el paraguas y en invierno te lo quitan”.
Esta situación ha generado infinidad de expedientes de regulación de empleo en nuestras empresas locales, los denominados con cierto temor “EREs”; o procedimientos concursales, lo que antes llamábamos “Suspensión de Pagos”; embargos, ejecución de hipotecas, y una modalidad nueva a la que se han apuntado la mayoría de las entidades bancarias y cajas de ahorro, cual es la negociación con el deudor para la devolución del bien -casa, vivienda, coche, apartamento- en condiciones de usura, como es el no recibir NUNCA la diferencia entre el valor de tasación y el valor de la deuda, sino la entrega absoluta del bien a cambio de la no ejecutoria del préstamo y por consiguiente aparecer en la lista de morosos. Esto que, aparentemente, tiene visos de ser un procedimiento más humanizado, y que evita conflictividad jurídica a ambas partes, no deja de ser otra artimaña del sistema financiero para hacerse con cierta masa patrimonial a cambio de una mínima deuda de la que ya habían cobrado una gran parte, incluidos intereses, aprovechándose de esta forma de la situación extrema de las familias, que ellos mismos habían provocado, primero con la concesión de altos créditos con escasas garantías, y segundo por el auto reventón del sistema financiero internacional y su negativa a refinanciar deudas.
Como fichas de dominó, las empresas de Bailén han ido cayendo una tras otra. Se da la paradoja de que hace escasamente dos años, a modo de ejemplo, contábamos con más de doce agencias inmobiliarias, dedicadas a la intermediación en la venta y alquileres de inmuebles, de las cuales apenas hoy perduran cuatro o cinco, y estas apenas sin actividad. Comercios textiles, que afloraron ante una alta demanda de consumismo, hoy cuelgan carteles de “SE VENDE” o “SE TRASPASA POR LIQUIDACIÓN”. Anuncios en locales céntricos de “SE ALQUILA” están a la orden del día. Aperturas pocas y cierres muchos, inclusive de locales de hostelería como bares, cafeterías, mesones, restaurantes, ¿quién lo diría hace apenas un año?
Pero es que a la maldad que se encierra tras de una crisis tan grave como la actual, en Bailén tenemos que sumarle los estragos de varias inundaciones, que han afectado a más de un negocio; o las fuertes lluvias de los meses de diciembre, enero y febrero, que han impedido a nuestros agricultores locales poder recoger la cosecha de la aceituna, y obtener cierta liquidez. No digo ya la desesperación de aquellos jornaleros que dependían de estos ínfimos jornales para subsistir, aunque solo fueran dos o tres meses.
Sí, tuvimos las obras del Plan “E”, pero esas, aunque supusieron un alivio para varias empresas, y un acicate para las Administraciones Locales, que pudieron culminar proyectos que estaban en el cajón del olvido, como El césped artificial del Campo de Fútbol 19 de Julio, o la renovación impersonal del Paseo de Las Palmeras y del Paseo, solamente fueron flor de varios meses, o como se suele decir en este pueblo: “pan para hoy y hambre para mañana”.
Ante todo este panorama, algunos empresarios de Bailén se preguntaban: ¿Y el Ayuntamiento qué hace para aliviar el problema? ¿Ha aprobado exenciones en los permisos de obras, o en las Licencias de Actividades, para las inversiones en establecimientos comerciales e industriales? ¿Ha invertido en proyectos de adecuación y urbanización de polígonos industriales en Bailén para diversificar el tejido industrial, de forma que en un futuro no nos veamos otra vez abocados a soportar tan graves crisis económicas? ¿Ha rebajado en los años de bonanza la deuda que mantenía el Ayuntamiento, o por el contrario, como sabemos, casi la ha duplicado, en un ejemplo de nefasta gestión económica? Eso no es lo peor, pues precisamente en este escenario de crisis nacional y local en particular, cientos de empresas, proveedores del Ayuntamiento, están sin cobrar sus servicios y facturación a este Organismo, generando un problema aún mayor. No hablamos ya de las Asociaciones Culturales o Deportivas, que seguimos esperando que se nos abonen los importes de las subvenciones aprobadas de los ejercicios 2008 y 2009, que también nos aboca a situaciones complicadas de tesorería.
En los mentideros locales se oyen voces, cada vez más fuerte, que coinciden en afirmar que Bailén no ha sabido aprovechar el excelente momento económico que vivía, y que gran culpa de ello la tiene el Ayuntamiento por varias razones: en primer lugar por no abanderar ningún proyecto, por andar a la deriva en cuanto a planteamiento económico de nuestra ciudad. Segundo, por haber paralizado toda la iniciativa pública, y además retrasar las iniciativas privadas, dejando interesantes proyectos en el olvido. Tercero, no haber defendido o negociado, como se quiera llamar, ante otras Administraciones Públicas, como son el Estado, la Junta de Andalucía, la propia Diputación Provincial y las Instituciones de la Unión Europea, los proyectos de futuro, permitiendo con alevosía y nocturnidad, que Bailén se fuera quedando atrás en la carrera del progreso, frente a otras poblaciones vecinas que han progresado en estos últimos ocho años muy por encima del nivel que lo ha hecho nuestro pueblo, caso de Mengíbar, de Linares, Andújar, Marmolejo o Úbeda; o de zonas más alejadas, como Martos, Cazorla, Alcalá la Real, Alcaudete o Porcuna, por citar algunas.
Muchos son los factores que han coincidido para que nos hayamos despegado -los mal pensados dirán despeñado- del resto de poblaciones vecinas, pero aún así sigo pensando que hay esperanza, y desde mi positivismo creo que lo peor de la crisis ha pasado -eso al menos quiero o queremos pensar-, que a partir de ahora debemos afrontarla con moderación y con método, no dejándonos caer en el abatimiento; exigiéndoles a nuestras Administraciones, comenzando por la local, que cumplan con su parte de responsabilidad, creando las infraestructuras adecuadas para que nuestras empresas puedan desarrollar sus actividades, mejorando la paupérrima red de caminos rurales, conservando mejor que hasta ahora las carreteras, que son vías de expansión, reduciendo el nivel impositivo a las empresas, aprobando exenciones para el tejido industrial, facilitándole suelo comercial e industrial a empresas de fuera que quieran instalarse en nuestro término municipal por razón de la excelente situación geográfica que poseemos, fomentando la cultura, el arte y el deporte, que es otra vía industrial que hemos olvidado por completo, y en la que muchos de nuestros jóvenes tienen puestas sus esperanzas de futuro.
Otros factores que deberán de considerar nuestros empresarios actuales y los futuros es que las empresas tienen sus ciclos económicos, que durante determinado tiempo se obtendrán buenos beneficios, pero que vendrán otros momentos en que tendremos que abrocharnos el cinturón y, con imaginación, sortear los escollos que se nos vayan presentando de continuo. Que no siempre el mayor perjudicado, que no el único, ha de ser el trabajador, pues este arrastra también tiene tras de sí sus responsabilidades y problemas familiares, y además forma parte de la cadena de consumo que no se ha de romper bajo ningún concepto, para que pueda seguir produciéndose los beneficios deseados. Además, deberemos de tener en cuenta, como empresarios, que existe una moral, no siempre escrita, a la hora de afrontar el pago a nuestros proveedores, pues cada día se aprecia más la dejadez y la desidia, por no decir fraude, que se produce en los compromisos de pago, solventado de forma penal con los alzamientos de bienes por parte de algunos empresarios sin escrúpulos que perjudican al resto de empresarios serios y honrados.
Por ello, ahora, en estos tiempos que nos han tocado vivir, se hace más necesario que nunca, obtener la formación adecuada que nos permita convertirnos en auténticos gestores de nuestros negocios, o lo que yo digo, en gestores de la riqueza de un pueblo. Hora es de que afloren los verdaderos emprendedores de los que siempre en Bailén hicimos gala, y recordarles a nuestros políticos locales, provinciales y nacionales que nos veremos muy pronto, en las próximas elecciones, frente al espejo de las urnas y los votos.
Por Manuel Nicolás Ozáez
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