domingo, 15 de julio de 2018

Texto de Manolo Ozáez, dedicado al alcalde de Jaén y al alcalde de Arjona




Como decía en los ochenta el cantante gallego de Golpes Bajos, German Coppini, son “Malos tiempos para la lírica”. Si lo extrapolamos a otro contexto, podríamos afirmar que son “malos tiempos para la política”. Numerosos casos de corrupción que cuestionan el crédito de los líderes y gobernantes. Los intentos secesionistas en un horizonte incierto. El permanente, y a veces absurdo, enfrentamiento político, más allá de los intereses de los ciudadanos. La encrucijada de la crisis, de esta terrible crisis que aún perdura, y que no solo ha dañado el bolsillo de las familias, sino también a la cultura, al arte, a la historia, ante el evidente abandono por parte de las administraciones, del patrocinio, y la carencias de apoyos para la investigación de nuestros hechos históricos, en los que se sustentan los valores de nuestra actual sociedad. Esa deriva, vástago, de una dependencia económica que ayuntamientos y otros entes públicos soslayaron, no es el caso de Francisco Javier Márquez Sánchez, alcalde de Jaén, y de Juan Latorre Ruiz, alcalde de Arjona. Ambos abogados, militantes de distintos partidos, lo que a nosotros nos da igual, nos da lo mismo, nos es indiferente. Lo que les trae a la Casa de las Órdenes, y a este reconocimiento es su abnegada apuesta por la recuperación de la cultura y las tradiciones de sus localidades, más allá, como dirían sus colegas, de “toda duda razonable”. Es loable, en ambos, su entrega, su trabajo, su entusiasmo por indagar en nuestras raíces históricas y hacer florecer la horma de la que este país, sus hombres y sus mujeres, está hechos.




B.I.

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