Buenas
tardes. Mira que da vueltas la vida. Ayer éramos felices en nuestro consumismo,
gastábamos y gastábamos sin ton ni son, imaginando que el dinero, que no dejaba
de ser un simple papel impreso, jamás se acabaría, que los bienes de producción
eran infinitos y que nuestra suerte
-económica, pues no me refiero a otras suertes- era permanente. Hoy,
tras casi cinco años de recesión económica, dificultades monetarias, asfixias y
apatías contables, nos damos cuenta que nada es infinito, que nuestro sueño de felicidad
material era una quimera, que las relaciones con los socios, clientes,
proveedores, bancos, familiares y amigos, se mantenían apenas sobre un fino
hilo de seda que a fuerza de tanto ceder, se ha partido. Me encuentro rostros
entristecidos, corazones desgarrados, espíritus que deambulan por un mar de resignación
ante unos hechos que ellos no provocaron pero que sufren en primera persona. Y
la mayoría de esos apagados rostros y cansados espíritus se preguntan una y
otra vez ¿en qué fallaron? ¿qué equivocaron? ¿qué hicieron mal en otro tiempo
de abundancia? No es fácil la respuesta, ni tampoco única, pues cada uno tuvo
sus razones y actuó de forma diferente, aunque en el fondo de manera parecida,
sin prever, sin contemplar, sin provisionar, sin establecer, sin calcular, sin
dotar a sus corazones del bálsamo protector ante un posible e incierto futuro
que no imaginamos que se nos viniera encima con esta crueldad y sorpresa.
¿Sabes que es peor aún? Que no se da con la respuesta, que no se vislumbra la salida,
y que nuestros corazones y nuestros espíritus, al cabo de un tiempo estén rotos
y sin posibilidad de cura.
Manolo Ozáez para COPE JAÉN
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