En recuerdo de Antonio Alcalá.
Esta semana me quedé de una pieza, con cara de circunstancias, cuando Manolo, "el del calentito" me dijo que acababa de fallecer Antonio Alcalá, el hermano de Juan José Alcalá, quien fuera alcalde de Bailén en los años 80.
Dos personas muy distintas, por no decir opuestas en su pensamiento.
De ambos Antonio Agudo nos ha contado varias anécdotas, que no sabemos si serán ciertas, o simplemente chascarrillos de los que se contaban en el pueblo. Por ejemplo: que los dos se cruzaron en el Imperial. Juan Pepe salía y el hermano, Antonio, entraba. Y Juan Pepe le dijo al hermano "que le dejara salir antes de que uno de izquierdas entrara en el bar", o algo parecido.
Yo con los dos me llevé bien. Cuando Juan Pepe vivía, rara era la semana que no venía a visitarnos al desguace de mi familia a comprar alguna que otra pieza, para su colección de vehículos antiguos, del que era un coleccionista, sobre todo de Renault Alpine. Le encantaba el mundo del motor, y el desguace era su pasión. Allí se encontraba en su salsa -al igual que en su momento les ocurrió a los hermanos del Val de Andújar, que disfrutaban con pasearse por las calles internas del desguace para descubrir "tesoros ocultos"-.
A Antonio lo conocí bastante más tarde. Sabía que era catedrático de historia, profesor en su Instituto muy famoso de Granada, ciudad por la que sentía devoción. Precisamente en esa ciudad, en la misma Sierra Nevada, ha pedido que esparzan sus cenizas, en la sierra, sobre la ciudad.
Últimamente lo veíamos con frecuencia por el paseo, de tertulia con el resto de jubiletas que allí se dan cita. Bailén era una ciudad que no le agradaba, siempre echó de menos una conversación culta, inteligente, y de esas se encontraba pocas en nuestra ciudad... por desgracia. No obstante, su magisterio lo difundía por las cuatro esquinas del paseo del General Castaños, bajo la sombra de los árboles.
Se quejaba del excesivo ruido de Bailén, de la suciedad en sus calles, del aspecto desaliñado de nuestras calles, del poco urbanismo de sus habitantes, de la invasión de bicicletas en la calle Real, por algunos jóvenes que circulaban sin miramientos "a toda leche", aún a riesgo de atropellar a cualquiera -él ya comenzaba a considerarme una persona mayor-.
A Miguel Ángel Perea se le quejó en cierta ocasión, del deterioro de dos palmeras en la plaza del Príncipe Felipe, junto al Museo de la Batalla de Bailén, que no hubieran sido cortadas y sustituidas. Ahora yacen cortadas, pero no sustituidas.
A menudo nos lo encontrábamos en el Mercadona, haciendo su habitual compra de víveres. Le encantaba transitar por las carnes... os voy a contar un secreto... le encantaba el secreto -la carne de secreto-, pero sobre todo la que llamaba "presa".
Se deleitaba como buen gourmet recorriendo los pasillos, porque hay que reconocer que era un tanto sibarita. De joven muy apuesto, alto, de ojos penetrantes, voz grave y cavernosa, profunda, de historiador retórico.
Llevaba más de tres años detrás de él -quizás mas tiempo- para que me escribiera un artículo de historia, y publicarlo en la revista BAILÉN INFORMATIVO, que me consta seguía con pasión. Siempre que me lo encontraba se lo recordaba. Me decía que no tenía mucho tiempo, sería por su magisterio en el Paseo y por sus obligadas compras en el Mercadona.
Se nos ha ido, así, de golpe, de sopetón. Se comenzó a encontrar mal en Granada, y a los cuatro o cinco días falleció. Desde BAILÉN INFORMATIVO rogamos por su alma y pedimos que descanse en paz Antonio Alcalá, una persona culta, intelectual, inteligente, educada, amigo de sus amigos, comprometido socialmente, "que nunca mató a una mosca", ni levantó una voz por encima de otra voz.
Nuestra pena es que nos quedamos sin su interesante y esperado artículo. Por eso, me atrevo a recordarlo con este breve y conciso artículo, para que sepa que nosotros no lo hemos olvidado, pues a pesar de no habernos redactado el citado artículo, con todos los miembros de la redacción de BAILÉN INFORMATIVO, y de la Asociación Caecilia, mantuvo una excelsa y cuidada amistad, uno a uno, sin colectivos de por medio, cercano, cara a cara, con su profunda voz y su elevada altura.
Amigo Antonio, siento que no volvamos a vernos por las calles y disfrutar de tu conversación, pero.... así de dura es la vida.
Manolo Ozáez
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