Buenos días. Puñaladas traperas las hay de todos los tipos: políticas, familiares; amistosas, hoscas; de color rojo, azul, rosa o grisáceo. Las hay que entran de frente pero que no las ves venir, y otras que te las dan por las espaldas, y esas ni fú ni fá. Luego están las que te dejas porque quieres y aquellas que no te queda más remedio. De unas pasas, de otras callas, de aquellas te lamentas, de estas ¿para qué hablar?, pero todas son puñaladas traperas, hijas de la misma raíz fulana y canalla; aunque no todas duelen lo mismo; todas son puñeteras y criticables, vengan de quien vengan, pero algunas de ellas queman por dentro, invisibles por fuera, apenas perceptibles por el ojo humano, pero laceran el corazón encogiéndolo en un puño: son las del hermano, las del amigo, las de tu mano derecha, y piensas que antes debiste de cortarla y evitarte el suplicio de ahora. Alguien me dijo que durante toda la vida nos las seguirán dando, señal inequívoca de que estamos vivos. No digo que no es cierto el principio lógico y metafísico, ¿de qué nos vale negar las evidencias? Lo único que suplico, señor asesino a sueldo de mi sosiego, es que no todas me las den en el mismo costado, pues tengo otro inexplorado preparado para tal efecto.
Manolo Ozáez
No hay comentarios:
Publicar un comentario