Buenos días. Dicen Los Héroes que “Las estrellas te iluminan, te sirven de guía”, pero no dicen que los hay ciegos a más no ver y no querer ver lo que ocurre a su alrededor, lo que se pasea por sus narices. Cumplen años y siguen igual de insulsos, cabreados con el mundo y con ellos mismos, sin darse cuenta que la vida es efímera, demasiado corta para llenarla de dramas perseguidos y desventuras codiciadas. Hablo de quien tú ya sabes, del vecino del primero que anda enfrentado con sirios y troyanos; del inquilino del ático, que odia a los populares por lo que representan, a los militares por lo que le recuerdan, a los socialistas porque es la moda, al rico por pura envidia, al pobre por desprecio, al artista por su teatral glamoor. Y se le olvida que “las estrellas le iluminan, le sirven de guía”, pero no, él no olvida que hace algún tiempo, tuvo dóciles sueños que no se le cumplieron, y la rabia le consume, el asco le domina, los olores le oprimen, y el ruido le provoca la misma sensación amarga que el silencio. Por el apuesto fulano siente celos, por la diva rencor, y repulsa por el universo en su conjunto. Por los negros y los gitanos aversión, y si además estos son rumanos, doble motivo de repulsión. Enemigo de culés, de colchoneros, de merengues y de leones; hostil hasta el frenesí con judíos, y palestinos; con musulmanes, brahmanes y cristianos; odia, odia, odia sin parar, pues en todo el mundo contempla sus propios defectos y sus aspiraciones truncadas. Su mala leche le envenena, y se olvida que “las estrellas nos iluminan, nos sirven de guía”, se imagina que nadie le puede tocar.
Manolo Ozáez
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