CARMEN MERINO IZQUIERDO
En las sombras, agazapada,
acaso oculta de mil miradas,
intentando pasar desapercibida,
apenas de puntillas, sin hacer ruido,
una mujer observa el suave movimiento
de las olas que mecen el tiempo.
Desde sus adolescentes catorce años,
en silencio, en la leve penumbra
de un recuerdo, sostiene la armadura
de una estirpe de guerreros,
entona la permanente canción
en la vida de Pedro, su compañero.
Más que amante su confidente,
más que esposa su camarada,
más que cónyuge su amiga,
su colega, su soporte, su colega,
su compinche, su amiga.
Con apenas una mirada robada
le contagia cien sentimientos
que se instalan en sus almas
de acompañante y de enamorada.
“Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”,
pronunció el famoso Groucho Marx.
Detrás de Pedro González,
siempre, en todo momento, en lo bueno y en lo malo,
ha estado su mujer, Carmen Merino, abnegada,
en silencio. Para ella son estas palabras,
que nos recuerdan las manos que sostienen
la arboladura, el mástil, tal vez la vida,
tan complicada a veces, y otras veces tan simple.
Manolo Ozáez
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