viernes, 6 de enero de 2012

Empezamos bien el año. Artículo de Manolo Ozáez para COPE JAÉN


Buenos días, en este primer viernes de 2012 en el que, tengo que confesar, estoy algo confundido, mis dos rostros personales, el de asesor laboral y fiscal, y el de escritor, entran en conflicto filosófico: Déjenme que les explique: Todos sabemos que la ciencia económica es algo difusa y compleja. Se formulan leyes, se plantean estrategias, se diserta sobre aspectos que, a la postre, resultan totalmente antagónicos, contrarios,  diametralmente opuestos, a lo que en un principio se preveía. Medidas que creemos mejorarían la inflación, se convierten en deflacionistas; políticas a priori a favor del empleo, en ocasiones afectan negativamente a este contrayéndolo; fórmulas de reconocidos expertos chocan de plano con propuestas de otros prestigiosos gurús de la economía mundial. Tal vez lo más sencillo sería reconocer que la economía y los mundos adyacentes, no tienen absolutamente nada de ciencia y sí mucho, yo diría que demasiado, de hechicería, nigromancia y brujería, pues en raras ocasiones las predicciones de los apreciados ecónomos se pueden explicar de forma precisa o empírica, no digamos ya la de los rufianes y truhanes financieros del presente, a los que siento tan responsables de la actual coyuntura internacional. Es por ello que algunas medidas del actual gobierno, como la subida de impuestos en el IRPF, la paralización de nuevos perceptores para la aplicación de la Ley de Dependencia, el recorte de más de 600 millones en investigación avanzada, la reducción del gasto público en casi 9.000 millones y la congelación de la tasa de reposición de plantillas de funcionarios, por citar algunas de estas medidas, no entiendo en qué pueden contribuir a reducir las listas de desempleados y a mejorar el nivel de contratación de nuevos trabajadores. Mi mitad profesional me dice que es necesaria la reducción de gastos, así como elevados sacrificios, para cuadrar las cuentas públicas, pero, mi otra mitad más retórica, idealista, menos pragmática, me susurra al oído que no es el camino, que hacerle caso a los mercados financieros, a los rumores del parqué, a los arrugados políticos de salón de la zona euro que cobrarán sus prominentes sueldos a fin de mes, ocurra lo que ocurra, acierten o no en sus predicciones, nos aboca a más de lo mismo, es decir, a seguir confiando en aquellos iluminados que nos metieron en este embrollo y no son capaces de sacarnos porque no tienen recetas y además, para colmo, no les aprieta el zapato como nos aprieta al resto de pringaos.

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