Buenas tardes amigos. Hay días en
que uno se levanta eufórico, alegre, contento, con la sensación de júbilo y buena estrella que en paralelo te
acompaña, apenas sin advertirlo. En ocasiones es todo lo contrario, la vida te
golpea con saña y revanchismo, deleitándose en la herida que supura el
desaliento. El rostro lo dice todo: un estado de felicidad o, por el contrario,
un semblante de mortecina contemplación, cercana a la nostalgia y al
abatimiento. Muchas de las veces conoces las causas, tanto para la alegría como
para la tristeza que te abate. Últimamente existen demasiados corazones rotos y
estómagos retorcidos por la sensación de ahogo que produce esta lacerante
crisis económica a la que los ciudadanos, las familias no ven salida, y a las
que los dirigentes y los políticos no encuentran remedio, solo tapujos. Más
allá del portal que se advierte por los motivos económicos y monetarios, existe
un universo de problemas paralelos que subsisten y que vienen a profundizar más
si cabe en la herida abierta, como es la enfermedad de algún ser querido, las
separaciones, divorcios o rupturas traumáticas, o la pérdida de personas de
nuestro entorno, que estimulan nuestra cercanía hacia lo ignoto, lo
sobrenatural o, más en concreto hacia lo espiritual. Existen los días grises
pero también los horizontes azules, radiantes. Las necesidades materiales
agobian, pero sabemos por experiencia que al final del túnel, largo y tortuoso
que vivimos, una luz nos brinda una esperanza de futuro, a sabiendas de que el
futuro, como el pasado no existe, solo el presente. Las otras cuestiones que en
este tiempo de engaño al parecer no preocupan, realmente son más importantes
que la pasajera crisis, pues vienen a demostrarnos la precariedad de la vida,
la volatilidad del ser humano, con sus luces y con sus sombras. Hay días que
uno se levanta eufórico, contento, pero hay otros en los que la realidad se nos
presenta con su auténtico atuendo, y no nos queda otra que aferrarnos a
aquellas cosas que realmente importan.
Manolo Ozáez para COPE JAÉN