Buenos días, o al menos a mí me lo parece, ¿para ti qué tal son? Con demasiada frecuencia me encuentro gente enfadada, furibunda, quejándose del mal humor del vecino; molesto porque Hacienda le ha dado una puñalada trapera; irritado por hacer cola en los pasillos del ambulatorio; resentidos unos con los políticos de un bando con el que no comulga, molestos los otros con las decisiones, todas, que toman aquellos a los que no votó ni votaría nunca. Con excesiva reiteración se suceden en nuestro entorno frases despectivas hacia personas a las que no hemos tratado en las distancias cortas, de las que nos han dicho esto o aquello, y sin dudarlo, como si se tratara de verdades absolutas, nos las hemos creído, viniendo de quien venía, sin cuestionarlas, a pies juntillas. Cada día nos parecemos más, en pensamiento, al esperpento que nos esforzábamos en esquivar. Quejicas, plañideros, llorones, ante cualquier situación por nimia que esta sea, obcecados en criticar sin argumentos, en protestar sin razonamientos y en reclamar para demostrarnos a nosotros mismos que nuestras tesis siempre son ciertas, que nuestro juicio es tajante, único, palabras que en esencia son sinónimas de dogmático, autoritario, categórico, dictatorial, tiránico o dominante. Cada amanecer me levanto con la esperanza de encontrarme a un hombre justo que me repita la rotunda fórmula de los “buenos días”, y que crea en ella, que difiera y convenga a un mismo tiempo, que diserte con la aplastante lógica de la capacidad de convencer siendo justo y moderado a un tiempo, pues me entristece que, llegado al crepúsculo, los lugares por los que habito, no han sido regados por las gotas de la sabiduría, la erudición o el discernimiento, lamentablemente.
viernes, 30 de septiembre de 2011
viernes, 16 de septiembre de 2011
¡Que te lo cuente otro! Artículo de Manolo Ozáez para COPE JAÉN del 16 de septiembre de 2011
Buenos días desde Granada. ¿Qué hay de nuevo, viejo? Al despertarme hoy tenía claras demasiadas cosas en mi cabeza. Ahora, en estos momentos, no las tengo tan nítidas. O quizás más fiel decir que mis pensamientos se han convertido en un mar de dudas. Me levantaba teniendo claro que os iba a hablar de la visita del Papa Benedicto XVI a España, pero pensé, ¿qué voy a aportar yo que no haya sido dicho ya? ¿Existe en la información algo nuevo bajo este sol? Porque hablaros de la crisis no era una opción. De las falsas polémicas periodísticas acerca de los derbis Madrid-Barça no me apetecía. El cómo te han ido las vacaciones, dónde has estado, qué tal te lo has montado, era un asunto demasiado recurrente. Y todo ello a los cinco minutos de haberme levantado, apenas retiradas las legañas de los ojos. Un martirio, pues en esa franja horaria, a menos de cinco minutos del primer bostezo, no carburamos, un limbo de imágenes nos rodea, se suceden flashes y retazos de escenas vividas en los cercanos sueños de la última noche, que o bien no han sucedido o bien nunca van a suceder. No tenemos todavía amueblada la cabeza. De ahí que esa euforia espiritual por tener tan claras las ideas, se torne decepción por el caos en que hemos sumido a nuestra inteligencia. Así que del tranvía, de la crisis socialista en Jaén, del paro, de las farmacias de La Mancha, de Libia, del motociclismo, de la Vuelta a España y de la Roja va a hablar quien yo me sé, porque el menda lerenda no va a caer en la misma trampa de siempre. Que te lo cuente otro.